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Esta considerado como el primer largometraje del genero de comedia de la historia.
La película se basa en la obra teatral Tillie's Nightmare La pesadilla de Tillie que había sido uno de los grandes éxitos con Marie Dressler en escena. Es el primer largometraje protagonizado por Chaplin y también el primero hecho en los Estados Unidos, precediendo por poco a El nacimiento de una nación de David Wark Griffith.
Aunque en esta película tiene el mismo bigote que en anteriores, el personaje que protagoniza Chaplin varía totalmente.
Es grosero, arrogante, violento y deshonesto. Hay abundancia de golpes, caídas y corridas, así como una película A Thief's Fate cuya trama se corresponde con el despojo que hicieron Charlot y su novia, y que se ve dentro de la película. La acción languideciente y la dispersión de la trama son un recordatorio de que en esta película Chaplin se limitó a la actuación sin intervenir en la dirección.
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En mi opinión, el gran problema de El Romance de Charlot vista hoy en día, es que el tipo de slapstick que practicaba Sennett no aguanta bien el formato largo. Y teniendo en cuenta que en la década siguiente siguió especializándose en cortometrajes es probable que el propio Sennett fuera consciente de ello. Pero el gran handicap está en que Sennett se avanzó demasiado queriendo crear un largometraje cómico antes de tiempo, es decir, antes de que se supieran explotar los recursos narrativos que permiten sostener una comedia slapstick durante más de una hora. Los grandes maestros del género también tuvieron que pasar por ese aprendizaje, pero lo hicieron paulatinamente, alargando cada vez más sus cortometrajes y experimentando en ellos la forma de prolongar las tramas a un film de larga duración sin que la comedia se resintiera por ello. Sennett, en cambio, dio el salto de golpe por motivos comerciales en una época en que incluso los grandes pioneros como Griffith estaban todavía experimentando con el largometraje. Es natural por tanto que el resultado se resienta y quizás no sea muy justo ser duro con esta película teniendo en cuenta esas circunstancias, pero el caso es que los cortometrajes que producía Sennett en la época resultan bastante superiores en todos los sentidos.
Ni siquiera la actuación de un Chaplin que trabajaba por compromiso en un film ajeno se cuenta entre las mejores suyas, aún cuando tanto él como Mabel Normand resultan más graciosos que una Marie Dressler excesivamente histriónica (quizás por no estar familiarizada con el medio cinematográfico). La sensación que da al final es de una sucesión de sketches levemente unidos por una trama narrativa que, aunque demuestra un gran esfuerzo por parte de Sennett por construir un hilo conductor (por ejemplo las escenas de la montaña están técnicamente muy bien conseguidas y se les da un tratamiento más serio al no contener ningún gag), no acaba de funcionar del todo.