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"Un huevo en diez minutos" es uno de los títulos más divertidos de Charlie Chase. En la parte inicial de la película, Jimmy se establece como un tipo afable pero bastante débil, fácilmente maltratado por los matones. Así que tiene impresa una tarjeta de presentación que lo identifica como el portero del Barrel of Blood Café (Café del barril de sangre, ¡gran nombre!) y descubre que puede salir victorioso en la mayoría de las situaciones simplemente presentando la tarjeta. Pero cuando un estafador malvado intenta engañar a la prometida de Jimmy y a su madre, la tarjeta resulta ser inútil y Jimmy tiene que reunir valor físico genuino para ganar al matón.
No hay nada revolucionario en el argumento, pero usando esa trama simple, Charley ofrece un suministro constante de chistes nuevos y divertidos. A diferencia de contemporáneos suyos como Ben Turpin o Larry Semon, Chase no haría cualquier cosa por reírse; su comedia se basaba en la situación y el personaje, y en su mayor parte se cimentaba en la realidad, aunque una realidad exagerada y, a veces, de pesadilla. La amenazadora tarjeta de presentación que Jimmy utiliza cada vez que se encuentra con una persona hostil en esta película es una ingeniosa idea cómica del "mundo real". Me recordó al talismán que llevaba Harold Lloyd en "Grandma's Boy": es una muestra de coraje que resulta ser bastante falsa, pero que da a su poseedor una sensación de invulnerabilidad que finalmente se filtra y actúa en un momento crucial.
El clímax de este corto está bellamente filmado y editado, lleno de acción y genuino suspense. Puede que "Un huevo en diez minutos" no tenga la mejor persecución corta jamás realizada, pero destaca como lo mejor de la serie de Jimmy Jump (Chase) y el final, por sí solo, hace que valga la pena verlo más de una vez. Por cierto, en algunos países suramericanos, Chase recibió el mote de Adriano.
