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"A Thief Catcher" es hoy en día más conocida como una de las primeras películas de Charlie Chaplin que por sus virtudes intrínsecas. La película en sí está bien, pero no es genial. Chaplin tiene un pequeño papel como policía en medio de un robo. No lleva bombín ni bastón con muescas, por lo que puede que no sea tan fácil de detectar. También la protagoniza Mack Swain, quien más tarde interpretó a Big Jim en "La quimera del oro". Como era de esperar, no hay escasez de humor físico; los primeros cortos de dos bobinas siempre supieron cómo hacer un gran uso del slapstick. Estas reliquias del cine temprano son, más que nada, una mirada a cómo la gente tenía que descubrir la actuación sin palabras (todavía pasó más de una década antes de que se supiera cómo alinear el sonido con la imagen). Los rostros de las personas tenían que actuar sobremanera. En definitiva, es una forma divertida de pasar siete minutos.
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A juzgar por el metraje que ha sobrevivido, con una situación prácticamente única, A Thief Catcher descansa más en las habilidades pantomímicas de Ford Sterling que en la triada bofetón-batacazo-persecución que constituye la esencia del slapstick. A ello contribuyen tanto unos inusuales primeros planos del protgonista como el escaso rendimiento que se extrae de los Keystone Kops, cuyo viaje en automóvil al rescate en el último segundo habría dado en manos de Del Lord para una bobina completa. Claro que para eso habría de pasar una década.
Ah, y Chaplin no lleva bombín pero resulta perfectamente identificable.