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¿Rareza? ¿Experimento insólito? ¿Puro exotismo? Nos decantamos por esta última definición. Véase, sino: película británica, con toda la correcta frialdad que ello comporta; rodaje (al menos los exteriores), en Sevilla y, por tanto, tema hispano; el galán es el egipcio Alex D'Arcy, en una de sus primeras interpretaciones, ya con su habitual bigotito; la "chica" es Marguerite Allan, nacida en Rusia; el guión corre a cargo de Alma Reville, esposa de Hitchock; la fotografía, ¡exquisita!, como no podía ser menos del autor de "The open road", de Claude Friese-Greene; y en la dirección un inglés, Norman Walker, del que pocas cosas suyas hemos visto por aquí.
¿Cuál es el resultado de este "potaje"? Digamos que los elementos propios de la españolada no faltan: las chicas con la peineta reglamentaria y los chicos con el cabello chorreante de brillantina; y hay también un "malo" que lleva una especie de gorro de torero y que come gambas como un descosido. Además, alguien debería haber indicado al director que esa Sierra Nevada que se nos muestra como fondo cae algunos cientos de kilómetros de Sevilla y no a la vuelta de la esquina, como aquí parece estar. Con todo, si consideramos las licencias que se tomaron por ejemplo, en "Sangre y arena", con Valentino, hay que convenir que este "Romance de Sevilla" se muestra, digamos, discretamente funcional.
¿Qué nos queda, pues? Una historia poco original, una fotografía superlativa (casi que compensa por el resto de la película), unas actuaciones poco carpetovetónicas (¡gracias a Dios!), unos decorados bien diseñados y una factura general que no se hace pesada (apenas una hora de metraje). Y el exotismo ya descrito, por supuesto.
(Eddie Constanti)