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Lilian Harvey (19 de enero de 1906-27 de julio de 1968) fue la reina del musical alemán, aunque su reinado fue efímero porque las autoridades nazis le retiraron la nacionalidad convirtiéndola en una paria y, además, prohibieron varias de sus películas, que recientemente han sido recuperadas y restauradas por la prestigiosa Murnau Foundation, gracias a cuya paciente e inestimable labor podemos disfrutar de las joyas del cine rodado en la Alemania anterior al nazismo. El cine alemán no sólo sufrió el vandalismo nazi sino que posteriormente, al acabar la Segunda Guerra Mundial, las autoridades aliadas destruyeron todo el patrimonio cinematográfico que pudieron.
Aunque nacida en Inglaterra, de padre alemán, Lilian es considerada una actriz y cantante puramente alemana. Mujer de gran cultura, educada en colegios suizos, dominaba varias lenguas por lo que a inicios del sonoro podía rodar no sólo en lengua alemana, sino también en francés e inglés; por eso, en la era en que una película tenía diversas versiones su dominio de las lenguas le fue de gran utilidad. Pero antes de la eclosión del cine sonoro, la UFA (Universum Film AG) ya había rodado varias cintas de la futura estrella de la compañía teutona. Una de ellas fue esta "Adieu Mascotte" que nos ocupa. Nos encontramos pues con una prometedora artista de veintitrés años que interpreta a Mascotte, una modelo en el barrio de Montparnasse, que posa desnuda para los aprendices de pintores en una escuela artística. Para ayudar a una amiga organiza una subasta ofreciéndose a posar gratis quince días para el ganador.
Las escenas del baile en que se organiza la subasta sobresalen por su vigor. Su director, Wilhelm Thiele (10 de mayo de 1890-7 de septiembre de 1975), vienés de origen judío, fue autor de varios éxitos del cine germano durante la República de Weimar. Desgraciadamente, al subir los nazis al poder tuvo que exiliarse a Estados Unidos a causa de su origen judío y terminó rodando diversas películas de Tarzán con Johnny Weissmuller en su etapa RKO.
"Adieu Mascotte" se ve aún fresca y pimpante. Es una película que en algunos aspectos es muy moderna y en otros es vodevilesca y picante, en aquella época en que estos temas eran tabú. Al final hay esposas que se van a vivir con su amante, sin que la película añada castigos moralizantes para escarmiento de quienes infligen la santidad de la institución conyugal. La dirección de Thiele es ágil, dinámica y sólida. Un título ya olvidado, pero que merece su revisión, mucho más si uno si es amante del silente.
Salvador Sáinz