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Un poco antes de la llegada del sonoro, hacia 1926, en Hollywood abundaron las llamadas películas "estudiantiles". Sus guiones casi estaban cortados por el mismo patrón: joven tímido o bien engreído, llega a su primer año en la universidad; recibe mil novatadas y lo pasa mal, hasta que al final realiza alguna proeza atlética o un acto heroico y logra ganarse todas las simpatías... además de quedarse con la chica, por supuesto. El "novato" por antonomasia fue William Haines, medio gamberro-medio fanfarrón, pero con un corazón de oro. Eran películas sencillas, llenas de chascarrillos y destinadas a divertir durante hora y media a la platea.
"¡Aguanta, Yale!" es una de esas cintas, aunque aquí el posible "novato" ya es un mozo bastante talludito (Rod La Rocque), quien interpreta a un argentino vivalavirgen que desea destacar en la universidad para enamorar a la joven de turno hasta que, tras perpetrar algunos desastres, consigue ser una estrella del rugby. Le persigue un detective de la policía durante todo el metraje y ese ilustre secundario casi le roba el papel.
Destacaríamos por su buena puesta en escena esa larga secuencia en casa de la chica, con el universitario escondido tras un sofá, el poli subido a una columna, el perro de la familia tratando de morderle el culo y la joven gesticulando con sus dos brazos y un tercero añadido, el del citado universitario, que está tras ella. Hay otros momentos de humor bien logrado y gracias a ello podríamos decir que la trama escapa un poco de esa serie de adocenadas películas.
Filme restaurado hace poco por la firma neozelandesa NFPF que, aunque previsible, se ve sin demasiada fatiga.
Eduard José Gasulla