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Amanece, que no es poco


Personal

Valoración personal: 9 stars

General

Titulo original: Amanece, que no es poco
Nacionalidad: España
Año de producción: 1989
Género: Comedia

Otras personas

Director: José Luis Cuerda
Escritor: José Luis Cuerda
Productor/Estudio: Compañía de Aventuras Comerciales; TVE; Paraíso
Compositor: José Nieto
Fotografia: Porfirio Enríquez

Funcionalidades

Duración: 110
Pistas de idioma: Castellano
Idiomas de los subtítulos: No necesita
Modo de color: Color
Fuente ripeo: BR
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Excelente
Peso: 4,5 Gb

Reparto

  • Antonio Resines
  • Luis Ciges
  • José Sazatornil
  • Cassen
  • Pastora Vega
  • Ovidi Montllor
  • Chus Lampreave
  • Manuel Alexandre
  • María Isbert
  • Miguel Rellán
  • Fedra Llorente
  • Aurora Bautista
  • Fernando Valverde
  • San Francisco, Enrique
  • Rafael Alonso
  • Gabino Diego
  • Violeta Cela

Sinopsis

Teodoro es un joven ingeniero español que trabaja como profesor en la Universidad de Oklahoma y regresa a España para disfrutar de un año sabático. Descubre al llegar que Jimmy, su padre, ha matado a su madre. Para compensarle la pérdida y para poder realizar viajes de placer juntos, Jimmy le ha comprado una moto con sidecar a Teodoro. Padre e hijo llegan a un remoto pueblo de la montaña. El pueblo parece vacío pero en realidad es que todos los vecinos, menos el negro Ngé Ndomo, están en misa, como cada día del año. El cura se da tal maña con la liturgia que no hay fiel que quiera perderse el espectáculo. Jimmy y Teodoro van descubriendo las peculiaridades de pueblo y de sus habitantes y tienen ocasión de participar en las elecciones generales que se celebran cada año en las que se eligen, por rigurosa votación, los cargos de alcalde, cura, maestro, puta, marimacho en período de prueba y seis adúlteras. Además de sus extraños habitantes el pueblo está ahora repleto de visitantes: un grupo de estudiantes de la Universidad norteamericana de Eaton, unos meteorólogos belgas, un grupo de disidentes de los Coros del Ejército Ruso, invasores camuflados del pueblo de arriba...

Comentarios

También disponible en DVD

Premios
1989: Premios Goya: 3 nominaciones

Nacho Jarne Esparcia escribió:
Ver para creer
Antes de analizar esta película, un aviso para navegantes: uno ha de acercarse a Amanece, que no es poco absolutamente libre de prejuicios y con la mente abierta para vivir una experiencia mágica. Sólo de esta forma disfrutaremos plenamente de una película asombrosa, irrepetible y única dentro del panorama cinematográfico español.

Y digo todo eso porque, para empezar, la cinta carece por completo de la estructura narrativa clásica (inicio, nudo, desenlace) a la que estamos acostumbrados. La llegada de un padre y un hijo al pueblo le sirve como excusa al director para presentarnos a una serie de personajes a cual más excéntrico, cuyas peculiaridades iremos conociendo poco a poco. A medio camino entre el surrealismo (las situaciones se salen de cualquier tipo de lógica racional) y el esperpento (todo es grotesco, excesivo, irracional), el gran acierto de Cuerda es ser capaz de crear un espejo deformado de nuestra realidad a través del que, y sin recurrir en ningún momento a la crítica y con una objetividad digna de admirar, observamos perfectamente cómo somos y cómo pensamos. Y esto último no es baladí, ya que en ningún momento el director juzga o censura el comportamiento de los personajes; en la película lo que impera es una sana anarquía en la que todo está permitido y en la que todos y cada uno de los seres humanos que pueblan la ficción cuentan con la simpatía y la complicidad del director.

Cuerda hace algo francamente complicado: sabe jugar con el cliché y el estereotipo, darle completamente la vuelta y que sea esto lo que defina a cada uno de los personajes y situaciones. Por ello no nos puede extrañar que a los primeros personajes que conozcamos sea a una versión inefable del guardia civil, el cura, el médico y el alcalde (que no son más que la imagen típica y tópica de las fuerzas vivas de nuestro país) en contextos completamente desnaturalizados. ¿Dónde se ha visto un guardia civil que se indigne por que alguien plagie a Faulkner, a un cura aclamado y admirado, a un profesor querido que da las clases en gospel, a un alcalde que reivindica su derecho a ir con señoras estupendas o a un médico que disfrute con la muerte de sus pacientes? El espectador enseguida entiende que en esa actitud tan contraria a la habitual reside la gracia de los personajes. La irrealidad nos abre las puertas a la realidad y nos permite entender, con una brillantez incuestionable, que nada es lo que parece aunque, lamentablemente, siempre acabe siéndolo.

La película cuenta con una incorrección política incuestionable. Simplemente viendo esa asamblea de mujeres en la que se decide qué rol ocupará cada una, hoy en día cuando impera la dictadura de lo políticamente correcto, sería objeto de crítica por no pocos colectivos. Y es que si algo tiene claro Cuerda es que éste es un país en el que todos nos reímos de todos y de todo; una sociedad que lleva impreso en su código genético una comicidad basada en mofarse de aquello que más y mejor nos caracteriza. Siguiendo la estela de todos aquellos que han entendido esta circunstancia (Luis Buñuel, Valle Inclán, los responsables de “La codorniz”, Berlanga y tanto otros que han sabido retratar, como decía Antonio Machado, esa España “de espíritu burlón y de alma quieta”), el realizador nos deja en pelota picada para dejar en evidencia lo que somos y cómo pensamos. Eso sí, tiene la inteligencia y la decencia de cubrir nuestras vergüenzas con los ropajes de la irrealidad y el absurdo.

En la cinta hay personas envidiosas (ese genial personaje sin personaje), que alardean de su ignorancia, que no ocultan sus infidelidades, que son contradictorios, que asesinan a sus parejas por hastío, que beben, que tienen conversaciones filosóficas profundas en la tasca, insolidarios, egoístas, mezquinos… pero todos ellos están visto bajo el prisma del cariño, sin rencor, sin atisbo de crítica por parte del director. Y lo más curioso, y también uno de los grandes aciertos de la cinta, es que ni nos extraña ni nos sorprende: a fin de cuentas esa es la cara amable de nuestras propias miserias.

A diferencia de otras películas que hacen de la atipicidad su razón de ser, en Amanece, que no es poco nada es notorio en sí mismo; ningún momento, ninguna situación destaca por encima de las demás. La cinta destila frescura por todos sus poros, y es una de las pocas películas del cine español que puede verse una y otra vez sin fatiga; más bien al contrario, visionarla varias veces nos hace descubrir nuevos detalles y matices.

Cierto que su narración es descuidada, que la puesta en escena es absolutamente funcional y que da la sensación de que el director no ha planificado ni uno solo de los planos. Pero, qué más da. Su objetivo no era ese: era el de escribir una historia única a la que un plantel de extraordinarios actores (siempre he pensado que la cinta era también una reivindicación y un homenaje a esos cómicos españoles que, aunque toda su carrera se han visto abocados a papeles secundarios, son de lo mejor de nuestra cinematografía) hacen única.

Una obra maestra y una película que, por sí misma, compensa la carrera de un director por muy errática que haya sido después.
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Ángel Fernández-Santos en el diario El País el 20-01-1989 escribió:

IDEAS SIN IMÁGENES:

Después del éxito de El bosque animado, uno de los más notables del cine español reciente, José Luis Cuerda debiera habérselo pensado dos veces antes de filmar su siguiente guión, Amanece, que no es poco. La solidez de El bosque animado proviene de la del guión que hay bajo ella, en el que el pretexto literario de Fernández Flórez obtuvo una expertísima traslación a imágenes por el guionista Rafael Azcona. Sobre este suelo, Cuerda pudo caminar cómodamente con su cámara y salir airoso de un trabajo dificil sobre el papel.Ahora, con Amanece, que no es poco, Cuerda se ha propuesto sacar adelante algo más complicado: una película de ambiciones corales en la que se entrelazan decenas de esbozos de personajes y situaciones, con presencia casi constante de varios intérpretes en la pantalla, en la que pretende conjugar sainetes, chistes, situaciones de corte surrealista, y todo ello, además de con tono de búsqueda de autoría y sello propio, adornado con ecos, más o menos lejanos, del cine de Buñuel, Berlanga, Fellini y en aspectos concretos del de Vittorio de Sica en Milagro en Milán.

Coro y desfile

No logra Cuerda su propósito, ni podía lograrlo, por dos causas graves. Una consiste en que el carácter coral de su película es sólo epidérmico y aparente: hay, en efecto, muchos personajes, pero no existe en el filme un verdadero engarce orgánico entre sus respectivas funciones, de tal manera que la multitud de tipos y situaciones no componen la piña de un coro, sino un desfile invertebrado, pues sus respectivas historietas no se combinan recíprocamente conformando una sola, sino que se suceden una tras otra sin unidad alguna.La segunda causa es de medida y de graduación. El espectador ríe durante los primeros minutos del despliegue de anécdotas, pero poco a poco la fuente de la risa se va debilitanto y a media película se agota y desaparece. El desequilibrio del guión es grande y candoroso. Con un mínimo de autoprotección, Cuerda debiera haber dosificado recursos, administrado y ordenado gags -casi siempre verbales y no visuales, pues la abundancia de ideas contrasta con la escasez de imágenes- de menos a más.

Pero Cuerda no lo ha hecho así y su filme paga caro este mortal descuido: a fuerza de ver una y otra vez la mecánica interior de los chistes, éstos, por acumulación desordenada, se vacían progresivamente de gracia, la película pierde vértebras y rumbo en sus tramos finales y, cuando debiera elevarse, cae en picado y naufraga.
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Entrevista que le hizo a Cuerda Edu Galán en Jotdown:

Lo de Total fue paradigmático. El crítico de cine más prestigioso que ha habido en este país, Ángel Fernández Santos, tituló su crítica a media página: “Total, nada”. Comenzaba diciendo: “Sucesión de chistes que a los tres minutos aburren al espectador”. Y ahí me salvó la vida, porque aburrían al espectador llamado Ángel Fernández Santos, que ni siquiera había podido saber si aquello, visto en un cine, aburría o no aburría. Al día siguiente me llamó un amigo para decirme que no leyese lo de Ángel porque me metía un palo que me dejaba temblando. Yo me fui corriendo a Televisión Española y les pedí que no enviasen aquello a Montecarlo. Pero pensando en ellos, no en que yo fuese a recibir otro palo, porque los palos a los creadores son el precio que tenemos que pagar. Qué menos, por la osadía de creer que algo de lo que hacemos merece que alguien le dedique hora y media de su vida a verlo. Y si luego no le gusta, te dirá que es una mierda. Pues yo lo acepto como una reacción lógica y mecánica.