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Un veterano de guerra regresa a casa tras casi tres años de ausencia. Antes de partir hacia el frente, se casó en su pueblo y en secreto. Apenas pudo besar dos veces a la novia y correr hacia el tren. Lo que no sabe, es que su breve esposa, mientras él servía a la patria, ha anulado el matrimonio y se ha vuelto a casar (era menor de edad en la primera boda). Así, el soldado tendrá que casarse con una novia de repuesto escogida dentro de una familia de emigrantes, para que ésta le ayude en las tareas de la granja y, también, por despecho hacia la esposa que le fue infiel, quien no deja de tentarle para empezar una nueva y adúltera relación.
Ésta es la trama, llevada con dinamismo por James Cruze y también con una perfecta continuidad. No sobra ni falta un solo plano y la historia se sigue con interés, no exento de instante de claro humor. Thomas Meighan está sobrio y efectivo, como siempre, y la pizpireta francesa Renée Adorée, aquí interpreta a la joven inmigrante, aunque no se priva de aparecer desnuda saliendo del lago, algo que en su día dio mucho que hablar. Sin embargo, como la escena es nocturna y ella aparece bastante lejos, no "se ve" nada (la imaginación de cada uno ya es aparte).
Al margen de lo dicho, hay un aspecto de la película que merece más nuestra atención: el tratamiento que se da en la misma a la "Orden" (el Ku-Klux-Klan). Hemos visto bastantes películas con esta organización como fondo y en todas ellas se suele condenarla abiertamente por lo representó en la historia más cercana de la Norteamérica profunda. Sin embargo, aquí no sólo se la condena, sino que se la acepta como algo natural e intrínseco de los pueblos como el retratado en el filme.
Es decir, el Klan entra en casas ajenas tranquilamente, organiza tribunales cada semana, en los que se juzga a vecinos que han pegado a su esposa, borrachos que no mantienen a su madre o al mismo portagonista, a quien se le tilda injustamente de adúltero. Luego las "penas" por esos delitos son más o menos importantes, pero del centenar de latigazos no escapa nadie. Y todo ello desde la aquiescencia de los habitantes del lugar, que ven con normalidad la actuación de esos verdugos y se olvidan de que existe --existía-- una ley para tratar esos casos desde tribunales creados por el Estado. Curiosa visión la que nos ofrece Cruze, que no sabemos si lo hizo así para parodiar el poder del Klan o porque realmente creía que éste era la solución a los males del país (aunque aquí no haya negros para perseguir: todos los "malos" son blancos).
Y ya para terminar, una nota curiosa pero muy habitual en el país en que vivimos: el título original, "The mating call", significa "La llamada del apareamiento". En España se rebautizó como "Amores siniestros", quizá porque aquí todos sabemos que lo del apareamiento (fuera del sacrosanto matrimonio) está condenado por la Iglesia y que, por ende, los niños vienen de París.
