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Merece la pena, aunque algunos críticos indican que carece del célebre toque Lubitsch, aunque solo sea por la gran interpretación de Enmil Jannings como Enrique VIII, actuación dentro del cine mudo que se puede equiparar perfectamente a la de Charles Laughton en ese mismo papel dentro del cine sonoro.
Identificado como uno de los máximos exponentes de la comedia, Lubitsch en su período alemán alternará ese género junto con el melodrama histórico. Ana Bolena (1920) fue concebida como una gran superproducción debido al éxito obtenido por Madame Dubarry (1919), con la cual tiene importantes semejanzas. Ambas películas se desarrollan en un período histórico bien reconocible localizado en sendos países extranjeros, es decir no alemanes (la Revolución Francesa, la Inglaterra de Enrique VIII), tienen como epicentro a dos mujeres, que a su vez son también personajes históricos muy conocidos, se narra su relación sentimental con, a su vez, grandes (en todos los sentidos) figuras históricas (Louis XV, Enrique VIII), sufriendo las dos damas finales trágicos provocados, en último término, por la sed de venganza de los monarcas, al imaginar hipotéticos romances con hombres jóvenes de la corte. Lubitsch humaniza esos iconos históricos al vulgarizarlos, mostrándonos lo que tienen en común con el resto de los mortales. Esto hace que se evite la temida grandilocuencia del conjunto y lo preserve del inevitable envejecimiento de este tipo de cine.
Para, terminar, éste es uno de sus grandes films mudos, superior a Madame DuBarry, con un excelente uso del encuadre y del contenido del plano, buena dirección de actores y soberbia utilización de los inmensos decorados y del rodaje en exteriores.
