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La película repite virtudes y defectos de la anterior "Âme d'artista", ya comentada. Incluso podríamos añadir que los detalles técnicos de la misma están más cuidados (estupendos planos cenitales, cámara "ascendiendo" por las escaleras, al mismo tiempo que lo hace la protagonista, etcétera). En la parte negativa, se repiten los estereotipos masculinos, siempre dentro de su aspecto negativo. Veamos algunos.
Sabrier ama a su esposa, pero de hecho su gran amor son los negocios. Su "coartada" es que todo cuanto hace es para tener contenta a Henriette. Por tanto, es un hombre insensible y ciego ante las carencias sentimentales de su esposa. Jamagne, al sentirse humillado por Henriette, que le rechaza, se revuelve contra su marido, Sabrier, y trata de arruinarlo. Es, pues, personaje ruín y resentido. Dangenne, el galán que aparece para llenar el corazón de Henriette con románticas esperanzas, es apenas un títere dentro de la historia, que tendrá que doblegarse, sin fuerzas, ante las circunstancias adversas que se le presentan. Es, por tanto, un hombre sin personalidad, débil. Ante tal panorama masculino, a la protagonista no le queda más que sacrificar su amor y quedar como la gran mártir de la historia, aspecto que Dulac acentúa sin rubor. ¿Un tanto maniqueo? Pues sí.
El origen teatral de la trama se aprecia desde el primer momento y en algunas partes pesa como una losa (la última secuencia, en el despacho de Sabrier, es un claro ejemplo de cuanto decimos). Nada que objetar en el apartado interpretativo: aquí reencontramos a los dos personajes principales de "Los miserables", Gabriel Gabrio (Jean Valjean, ¡qué presencia y qué tórax tenía este señor!) y Jean Toulout (el comisario Javert). Antoinette es la sensible Eve Francis, esposa de Louis Delluc en la vida real.
Creemos que merece la pena verla, a pesar de los puntos "oscuros" que ya hemos descrito. Lo que nadie puede negar a madame Dulac era su excelente escritura cinematográfica.
Eddie Constanti