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Mediometraje de autor anónimo con el trasfondo de la Primera Guerra Mundial (algo que gustará a uno que yo sé). De hecho, podría decirse que la película parece patrocinada por la colonia suiza, que durante la guerra se hizo cargo de muchos soldados franceses que caían heridos o eran trasladados como prisioneros a Alemania, como le sucede al protagonista.
Con una caligrafía simple, pero efectiva, las imágenes están bien engarzadas y el hilo argumental mantiene su interés durante los treinta y cuatro minutos del metraje. Hay muchos exteriores, lo que ayuda a que la trama sea más amena. Uno se pregunta qué cineasta se escondería tras el anonimato, pero no cabe duda que tenía buen gusto para elegir los encuadres. El final no es del todo feliz, ya que Pierrick, una vez sanado, debe reincorporarse a filas, pues la guerra sigue su curso, pero al menos habrá cumplido con su mayor deseo (no os diremos cuál es, para no destripar el argumento). Se puede ver sin cansancio.
Eddie Constanti