1205

Atlantis


General

Titulo original: Atlantis
Nacionalidad: Dinamarca
Año de producción: 1913
Género: Drama

Otras personas

Director: August Blom
Escritor: August Blom; Karl-Ludwig Schröder; Gerhart Hauptmann
Productor/Estudio: Nordisk Films Kompagni
Compositor: Robert Israel
Fotografia: Johan Ankerstjerne

Funcionalidades

Duración: 113
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: Web
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Excelente
Peso: 3,3 Gb

Reparto

  • Olaf Fønss
  • Ida Orlov
  • Ebba Thomsen
  • Carl Lauritzen
  • Frederik Jacobsen
  • Charles Unthan

Sinopsis

Aclamada superproducción de la época, que fue bastante polémica por la novela en la que se basaba, que narraba como un gran transatlántico se hundía en el océano. Gerhart Hauptmann la escribió poco antes del hundimiento del Titanic en 1912, y cuando recogió el Nóbel de Literatura un par de años después fue considerado como un 'profeta'.

Comentarios

Agosto Blom fue uno de los directores más prolíficos de Dinamarca de la época del cine mudo. Su mejor película, Atlantis (1913), fue la primera película muda danesa de gran presupuesto. Su sensacional escena de un transatlántico que se hunde en medio del Atlántico hizo que el nombre de su estudio, Nordisk Films Kompagni, se hiciera famoso (todavía opera y es uno de los estudios de cine mas viejos del mundo).

La película fue protagonizada por Fønss Olaf, quien más tarde se hizo famoso, en Alemania, en Homúnculo (1916) y la diva de ópera austríaca Ida Orloff. Curiosamente el segundo asistente del director fue el húngaro Mihály Kertész, quien luego migrara a Estados Unidos y cambia su nombre a Michael Curtiz, quien cobra su gran fama de director.

Atlantis es una adaptación de la novela de 1912 del escritor alemán, Gerhart Hauptmann, quien anticipadamente predijo el desastre del Titanic, que tuvo lugar sólo cuatro semanas después. Tiene la distinción de ser uno de los primeros largometrajes jamás producidos (113 minutos), también fue la primera película tipo Titanic tipo que mostró la gran diferencia de clases. La trama gira en torno a un cirujano dividido entre su amor por una hermosa chica en tercera clase, y una actriz rica, viajando en primera. Los productores hundieron realmente un barco para agregarle sensación de realismo.

El biólogo von Kammacher (Olaf Fønns) sale de su casa, después de que su esposa es llevada a un hospital psiquiátrico y su doctorado fuera rechazado. En Berlín se encuentra con la joven bailarina Ingigerd (Ida Orloff), con quien se va a Nueva York. El transatlántico naufraga, pero von Kammacher y Ingigerd se encuentran entre los pocos sobrevivientes. Basada en la novela de Gerhart Hauptmann, Nordisk Film creó esta película "Titanic" apenas año después del desastre. El erudito de cine danés Casper Tybjerg afirma que la novela de Hauptmann precedió al desastre del Titanic por cuatro semanas, casi dando a Hauptmann una condición de profeta. Más tarde ese mismo año Hauptmann fue galardonado con el premio Nobel de literatura. Para el DVD de escaneo de alta definición se hizo de un negativo restaurado y teñido fue recreado usando una versión abreviada de El Centro Nacional de Cine de Japón.

Atlantis incluye un final alternativo que fue grabado exclusivamente para el estreno en Rusia de la película. El público ruso representaba una parte significativa de todos los ingresos extranjeros de la productora Nordisk Film en ese momento, y dichos cambios se hicieron debido a la percepción de que dicha audiencia tenía un marcado gusto por los finales trágicos. No es por nada que Gershwin escribió esa línea acerca de ver ‘más cielos grises que cualquier otra obra Rusa pueda garantizar’. Así se rodó una conclusión en la que Kammacher muere inmediatamente después de la llegada de Eva, después lo cual un muy apresurado intertítulo ‘THE END’ se mete en la pantalla. Es divertido porque parece todo tan superficial y mal agregado como el típico final feliz, y como resultado hace que el final feliz parece real, paradójicamente un logro ganado con gran esfuerzo. Imagino que para los rusos habría sido más feliz si acababa terminando con el naufragio.
-------------------------------

No había pasado un año desde el hundimiento del Titanic cuando la primera potencia cinematográfica de Occidente, Dinamarca, estrenó Atlantis, donde se recreaba sin disimulo aquella tragedia. La Nordisk Film Kompagni recibió no pocas críticas por explotar el reciente drama, pero la madre de todas las productoras venía abordando asuntos sensacionales desde su fundación en 1906, por lo que ahora no iba a pedir excusas.

Viendo la película es evidente que la compañía regida por Ole Olsen se guiaba por ambiciones no sólo comerciales. Hay en sus imágenes un prurito de calidad que se corresponde, por un lado, con la personalidad de su director, el pulcro y refinado August Blom, y por otro con el material literario facilitado por el novelista alemán Gerhardt Hauptmann, que en 1912 había recibido el Nobel y que una década después inspiraría a Murnau una de sus obras maestras, Phantom.

La publicación del original precedió al desastre de Titanic en apenas cuatro semanas. En la cima de su prestigio, Hauptmann se vio investido además con los atributos del oráculo. Pero el hundimiento del barco más famoso de la historia no es el único naufragio del filme. Hay otro si cabe más significativo: la caída en desgracia del Dr. Kammacher (Olaf Fønss), cuya crisis es la del hombre moderno, visto aquí bajo una luz fría a la que no son ajenos ni el “angst” prebélico (la Primera Guerra Mundial estallará pronto) ni las nuevas teorías del psicoanálisis, importadas de Centroeuropa.

Blom pone cuidado en que el biólogo de Hauptmann no sólo aparezca como un hombre abstracto, aquejado por el mal de su tiempo. Kammacher padece también las concretas desdichas de un hombre señalado por la adversidad: en privado, su mujer se vuelve loca; en público, sus trabajos en el campo de la investigación bacteriológica son rechazados por la comunidad científica; sólo le sonríe el éxito con las mujeres, pero las que encuentra en su camino son egoístas, no le comprenden o aumentan su desasosiego.

Siguiendo a Hauptmann, el director danés presenta a Kammacher como el perfecto náufrago. Rodeado de personas que lo aprecian, nada lo tranquiliza o recompensa. Él mismo se sabe fracasado y por ello escapa, de hecho su viaje por mar (un inmejorable pretexto para el cosmopolitismo de las producciones Nordisk) tiene los visos de una huida hacia adelante. Para Blom se trata, sin embargo, de una fuga meramente externa. Kammacher puede dejar atrás el rechazo del mundo científico y un grave problema familiar, pero en su interior esas contrariedades se agitan sin cesar y le hacen sentirse culpable, además de cobarde. Su anhelo de fuga desemboca en Atlantis, una ciudad imaginaria, cuyas bellezas se le revelan en sueños tras emerger desde las profundidades de su alma.

Si magistral resulta la visión onírica de estas expediciones al subconsciente (Kammacher es guiado por un colega a través de puertos, campos y heredades), no menos sobresaliente es la mirada realista con la que Blom expresa el viaje del científico a través de las cuatro mujeres que jalonan su experiencia: su esposa enferma; la diva Ingigerd Hahlstrom, voluble y caprichosa “como debe ser”; la insinuante chica judía que encuentra en la bodega del barco, demasiado preocupada por salir de su miseria, y por último, la escultora Eva Burns, prototipo de la mujer norteamericana, vigorosa e independiente.

Advirtamos que la segunda (interpretada por Ida Orloff, musa y amante de Hauptmann desde los dieciséis años) se presenta en el escenario con una pantomima en la que lucha en vano con una araña; significativamente, el motivo de la araña reaparecerá más tarde en el dibujo que Kammacher improvisa en un café, una vez Ingigerd ha pasado de ser víctima (sobre el escenario) a victimaria (en la vida real). El sutil manejo de los símbolos por parte de Blom toca techo en el momento en que el doctor sube las escaleras que le conducen hasta el cuarto de Ingigerd; son testigos de su ascenso relieves y máscaras que cuelgan de la pared, metáfora de la promiscuidad femenina que se proyecta sobre un enervado y vacilante Kammacher, cuyo rostro acaba sumándose a la galería.

En el epicentro de este psicodrama, Blom sitúa la tragedia del Roland, una catastrofe moderna que encuentra su correspondencia humana en Kammacher, quien paradójicamente comienza a desbloquearse a partir de ese naufragio, a un tiempo exteriorización y exorcismo del propio colapso.

Sin embargo, el espíritu del médico conserva vestigios trágicos, fantasmas que lo acompañan hasta el refugio de montaña que le arrienda su colega, el Dr. Schmidt. Allí viaja para alejarse de todo: del pasado, por supuesto, pero especialmente de Ingigerd y de la frívola sociedad que se apresta a devorarlo. La escena nocturna en la cabaña es magistral: incapaz de dormir, Kammacher va hacia la puerta, abierta a un azulado paisaje de invierno, el reino de la muerte. Cuando regresa, un espectro se le aparece y le guía hasta una habitación contigua, donde los muertos juegan a las cartas. Los jugadores son pasajeros del barco, pero ninguno le presta atención; del mismo modo, la partida de naipes había pasado inadvertida para el médico cuando este subió a bordo del Roland, tan sumido estaba en sus tribulaciones.

Como es sabido, de Atlantis se rodaron dos finales: en uno—dirigido a la “versión internacional”— los allegados del enfermo viajaban al refugio para salvarle. En el otro —destinado a la Rusia siberiana— los amigos también acudían, pero para ver morir a Kammacher. Solo el primer desenlace concuerda con el final esperanzador de Hauptmann, que reembarca a su personaje en un viaje transoceánico tras unirse con Eva, la némesis de Ingigerd.

Rodada en un año de gracia para el cine, la película constituye una de las expresiones más decantadas del estilo cinematográfico de Blom y, por extensión, de la Nordisk. No sólo los episodios del viaje tienen un carácter autónomo, sino que es patente la voluntad de que la ficción incluya tanto un retrato de los personajes como un documento acerca de los actores que los encarnan (y a los que vemos ensayar ante la cámara determinadas poses y gestos característicos). Ello da lugar a paréntesis insospechadamente modernos, como el que muestra a Ingigerd sentada frente al hogar, en la intimidad de su apartamento neoyorquino, o el elaborado retrato que Blom hace de Kammacher en el camarote del Roland, con el mobiliario envolvente y el delator espejo que, a modo de firma del cineasta, aparece al fondo de la imagen.

José Andrés Dulce