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Existe la opinión más o menos consensuada de la crítica y de los espectadores de que Atormentada es una obra menor de Hitchcock.
Ciertamente su apariencia ( ambientación de época básicamente, ciertos aspectos técnicos y de planificación ) podría hacer pensar a más de uno que no es una película del autor o que si lo es, se trata sin duda de un filme de encargo: craso error...
En esta película se encuentran todas las constantes del cine de Hitchcock pero envueltas en una fotografía preciosista ( se trata de una película muy luminosa, dejando de lado la estética de cine negro que poseían sus películas hasta el momento ): la pugna psicológica entre señora de la casa con debilidad de carácter y sirvienta celosa ( Rebeca ), la ambigüedad psicológica de algunos personajes ( presente en innumerables filmes del autor y fundamento básico de alguno de ellos ), la intriga, el secreto que sólo encuentra resolución al final de la película...
La película es espléndida; todos los actores muestran un gran nivel, la fotografía es realmente fantástica, la ambientación de época es óptima, el tempo narrativo es calmado pero intenso y posee una progresión ejemplar, el magnífico cuidado a nivel visual de cada escena, el misterio rodea la trama contrastando la luz exterior con la oscuridad que reside en la relación de los personajes.
Después de lo dicho, considero un insulto considerar a esta maravillosa película como obra menor o de encargo. Más bien se trata de una revisión de Rebeca situada en otra época y lugar distinto. Es más, si dejamos de lado los prejuicios o falsas teorías predeterministas extendidas por numerosos críticos, es justo reconocerle a Atormentada el privilegio de ser una de los mejores, más bellas y complejas películas de su autor.
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En esta pintura de época, teñida de colores un tanto irreales, novelescos ellos también, el cineasta consigue arrancar buenos momentos de algo que quizá podría catalogarse como cinéma du romanesque, plasmando en bellos planos-secuencia de considerable duración y meditados movimientos escenas de un evidente regusto literario. De hecho -y esa sería una de las razones por las que creo que el film no aporta nada esencialmente nuevo al conjunto de su obra-, uno de los intereses fundamentales de Hitchcock al aproximarse al texto de Helen Simpson residía en la posibilidad de proseguir en la línea formal exhibida con ocasión de la precedente Rope y que se basaba, como vimos, en un intento por convertir al film en un ilusoiro plano único. Esta vez Hitchcock no llegará a tal grado de maximalismo estético, y los planos-secuencia se verán con frecuencia interrumpidos por numerosos contraplanos, sometiendo así el cineasta su prurito personal en aras a una mayor proximidad dramática. Con todo, la fórmula traiciona un poco al director. Si bien es cierto que el plano largo se integra a veces de manera excelente en el engranaje narrativo de Atormentada y en la fuerte carga literaria que contienen sus imágenes -la preeminencia del montaje interno es casi constante-, en otras ocasiones este obrar por sistema, este empeño en plantear la puesta en escena a partir de un método invariable sea cual sea la secuencia -cosa que, por lo que parece, molestó sobremanera a Ingrid Bergman, quien no se explicaba la necesidad de efectuar aquellas tomas tan largas y complicadas que presidiían cada jornada de rodaje y que sometían a los actores a un prolongado esfuerzo-, termina no ya por forzar la planificación y crear una sensación de artificiosidad en algunos momentos -lo que sin duda puede incidir negativamente en la naturalidad de la interpretación, otro de los aspectos deficientes reeseñados con anteriorirdad, sino también a restar intensidad a la propia película, sobre todo en aquellos momentos argumentalmente más "neutros" Todo ello redunda con el mantenimiento de una "distancia" respecto a los personajes a veces excesiva, o bien en la ausencia, en otros pasajes determinados, de algún necesario contraplano que se adivina como aconsejable, cuestión que el apreciable trabajo del cineasta sobre el fuera de campo no siempre puede mantener en el olvido.
Enrique Alberich
