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La base del humor de esta película es que han cogido a personajes oficinistas cuyo comportamientos eran idénticos a los de la realidad. Perfectamente conseguidos.
López Vázquez siempre me ha dado la impresión de actuar de la misma manera, pero que duda cabe que es un auténtico profesional. Su presentación respetuosa: "un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo" ante la rubia despampanante es una escena convertida en un clásico del cine nacional.
En cambio Antonio Ozores, un actor encasillado que siempre hace el mismo papel de hombre gesticulante y de inteligencia bordelina que maldita la gracia que tiene, está en esta película algo sujeto de sus típicos aspavientos gracias a J. M. Forqué.
Luego está Casto Sendra (Cassen) un hombre injustamente olvidado, de un valor interpretativo asombroso, un humorista de los mejores que ha dado este país. Un genio.
Los demás, igual. Perfectos.
Los preparativos de la trama se desarrollan con el humor clásico del espíritu dispar del español. Los planos, el ritmo, nos mantiene la atención.
Tengo que poner un reparo, y es que el final no me gustó, bastante convencional; sería por la época.
No obstante, si hay que intentarlo de nuevo, a las 3 nos vemos. Contad conmigo.