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El cine de animación siempre ha sido menospreciado y subvalorado por un amplísimo sector de la crítica. Ni siquiera un merecidísimo Oso de Oro para “El viaje de Chihiro” ha cambiado el panorama y ahora con “Azur y Asmar” resuenan los mismos comentarios: es una película de ‘dibujitos’ para los más pequeños o no tiene alicientes para los adultos.
Es cierto que la nueva obra y definitiva confirmación de Michel Ocelot no entra dentro de los terrenos que conocemos como ‘animación para adultos’, pero esto no debe suponer un rechazo por la utilización de adornar sus mensajes a través del envoltorio de un cuento infantil, de enmascarar lo explícito con lo implícito.
Y “Azur y Asmar” habla de temas candentes y actuales: La llamada “alianza de civilizaciones”, la inmigración, el racismo y la intolerancia, el odio que conlleva y genera el rechazo e incluso el sexo interracial o los intercambios de pareja.
A Ocelot le encanta mostrar pechos femeninos en sus películas y aquí el comienzo con esa nodriza amamantando a Azur y Asmar y enseñándoles para quién es madre o nodriza debe constar como una de las metáforas más tiernas del cuento infantil moderno. No es la única: en esa búsqueda del Hada de los Djins aparecen numerosas secuencias mágicas para el recuerdo salpicadas de una lluvia de colores y matices, de convertir por un momento a los adultos que las presenciemos en unos niños receptores de sus sabias moralejas y que podamos pensar por un momento que la historia de Azur y Asmar se podría repetir en un chalet de la Moraleja con una ‘sudamericana’ sin papeles amantando a dos niños de diferentes razas, país de origen y futuro