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Personaje real que vivió en Frederick (Maryland) durante la Guerra de Secesión norteamericana y que, según cuenta la leyenda, se atrevió a exhibir una bandera unionista mientras las tropas confederadas entraban victoriosas en la ciudad. La película tuvo una primera versión en 1915, dirigida por Herbert Blaché.
Enseguida sacaremos la conclusión de que, de toda la historia que se nos relata en este filme de Hillyer, al margen de la anécdota de la bandera, ya descrita, el resto es pura invención del guionista. Para empezar, la señora Frietchie era una anciana y aquí se la fotografía como la lozana Florence Vidor. Tampoco sus amores con un oficial confederado tienen visos de credibilidad y ese remate final, donde la pareja muere consecutivamente y "resucita" con la misma rapidez, puede llevarnos a la franca risotada. Pero como estamos en el mundo del cine, donde es lícito creerse el mayor embuste, siempre que nos llegue a veinticuatro imágenes por segundo, pasemos página y echemos un vistazo a la estricta realización del producto.
Por supuesto, las imágenes vibrantes con lágrimas, banderas y soflamas patrióticas abundan en el metraje. Parece como si Hillyer pretendiera ser neutral en cuanto a posicionarse por uno u otro bando combatiente, pero como la protagonista es unionista, la cosa tira más hacia ese lado. El escenario está planteado con practicidad, las escenas de guerra son bastante pobres y el guión lleva siempre el lastre de ese excesivo ternurismo patriotero, bañado con la historia de amor que discurre de fondo. Hay personajes harto increíbles, como ese antiguo enamorado de Barbara, que se pasa toda la película tratando de matar a la pareja de ésta y acaba liquidándola a ella... o no, porque ya hemos dicho que luego resucita, no sin antes haberse agarrado dramáticamente a varias cortinas y cubierto con una sábana a su amado muerto... pero tampoco no muy muerto.
Copia con unos virados desvaídos y que para los amantes de este tipo de cine puede interesarles como curiosidad, porque como retrato histórico no cumple con los mínimos exigibles.
(Eddie Constanti)