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La historia, que involucra a un abogado infeliz, el profesor Uhr, a quien el divorcio ha relegado a una vida entre los pobres y los fracasados de Praga, fue muy popular en su día, gracias a la prosa y las versiones dramáticas, pero también porque el héroe estaba basado en un individuo real.
Pražský era un director experimentado. Cuando comenzó a trabajar en "Batallón" ya tenía trece películas en su haber, en su mayor parte de calidad media. El material que encontró en la historia de Uhr y en el de otros personajes del lúmpen, le brindó la oportunidad de hacer una película que, entonces como ahora, destaca audazmente en la filmografía de Pražský y, de hecho, en la historia del cine checo. Prazký eligió al popular cantante Karel Hašler en el papel protagonista; éste, aunque no había tenido mucha experiencia en el cine hasta entonces, creó un personaje valioso y completo con un repertorio intelectual y emocional soberbio para el cine checo de la segunda mitad de los años veinte del siglo pasado.
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Película checa, realizada por el desconocido Premsyl Prazsky en 1927. Una sorpresa espléndida que para muchos puede representar una mala digestión, por la dureza de sus imágenes y su trama. Un político retirado descubre a su mujer en brazos de un amante y en el primer momento siente el impulso de matar a ambos. Sin embargo, busca refugio en una taberna donde se reúne la más baja escoria de la sociedad, conocidos por el "Batallón". Borrachos, deshauciados de la vida, personas sin techo, busconas, jóvenes engañadas que se venden por un vestido, tuberculosos con apenas un hilo de vida... todos acogen y adoptan como jefe espiritual al político, quien ahoga sus penas en busca de una muerte etílica que le permita olvidar su desengaño. El doctor, como le llaman todos, intervendrá en un juicio en calidad de testimonio, por la muerte de unos de esos deshechos de la vida a manos de un policía de gatillo fácil. A raíz de esto se le intentará insertar en las nobles esferas, pero está escrito que su vida pertenece al lumpen del Batallón. Descarnada, cruda como pocas y al mismo tiempo tierna y poética (el entierro final es de una sensibilidad extrema), este retrato de la miseria y de la hermandad que se puede forjar entre seres terminales, merecía ser conocida en un canal como éste, que tanto hace por expandir los buenos bocados de cine silente a un público mayoritario. Y esta copia recién restaurada era la ocasión ideal para presentárosla. Intentad verla sin apretar los dientes: no creo que lo consigáis.