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Que Marion Davies era una transformista por naturaleza y dotada de una bis cómica extraordinaria, lo sabíamos todos. Tres años antes de este película ya se vistió de muchacho en "Little Old New York". El problema entonces, como en esta ocasión es que nos creamos que una señorita con esa cara y esos ojos pueda pasar por hombre. En fin, nosotros no lo creemos, pero nos da igual porque una dama tan especial como Marion bien se lo merece.
Al margen de esta cuestión, digamos que toda la trama se sostiene partiendo de esa (¿descabellada?) premisa. La película, firmada por Sidney Franklin está bien realizada, tiene ritmo y la cantidad adecuada de giros de guion para hacerla vistosa. Los escenarios son creíbles y se producen algunos momentos "mágicos", como el primer baile de Beverly con Dantan en plena noche. En el capitulo interpretativo, vemos a un Antonio Moreno algo ajado, pero que aún aguanta el tirón; luego, ese malo "cabroncete", como lo calificó fifole, que aquí repite su papel (monóculo incluido) de "La viuda alegre"; y, aunque en un pequeño papel, el eficaz Creighton Hale, de quien contaba una leyenda negra (luego se desmintió), que filmó un modesto porno con una cabra. Y por encima de todos Marion, por supuesto.
En suma, es una mezcla de "El prisionero de Zenda" y de la ya citada "La viuda alegre", pero que deriva siempre hacia el terreno de la comicidad. Vedla, no os pesará.
(Eddie Constanti)