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No demasiado destacable cortometraje del Griffith de 1913, a un paso de dar el salto a los largometrajes con los que hará historia. Si no hubiera otros ejemplos que me llevasen claramente la contraria, estaría en la tesitura de preferir sus cortometrajes de los primeros años, en los que la inventiva y el frenesí creativo asombraban, por eso mismo, por insertarse en un lenguaje todavía en creación. En 1913 Griffith ya había cumplido holgadamente con las historias cortas y ese, digamos, conformismo creo que atenaza a bastantes de esos cortometrajes de la última época, a la espera del salto al largometraje, que es lo que le interesaba. Este es un ejemplo de ello. La historia, pese a tener casi una duración de media hora, es muy esquemática, los intertítulos son muy numerosos (algo no habitual en Griffith), los personajes devienen excesivamente rectilíneos, las debilidades de guion son evidentes, y los detalles de puesta en escena brillan por su ausencia (sólo cabe destacar una buena utilización de los exteriores, como no podía ser menos). La gestualidad de los actores, otras veces admirable, aquí casi deviene irrisoria (hay que ver para creer cómo se filma la muerte del bandido, H.B.Walthall, de pie girando como una peonza una vez abatido, despertando la risa más que la sonrisa del respetable). No cabe duda que estamos ante uno de los más flojos cortometrajes Griffith.