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Ante todo hay que guardar un profundo respeto por la protagonista, Beatrice Lillie, que lo fue todo en el panorama teatral y del show-business de Broadway, y a la que hoy casi nadie recuerda. La habréis visto, tal vez, en sus postreros años de carrera, en "Millie", con Julie Andrews, representando el papel de la malvada "china" que trafica con jovencitas recién llegadas a Broadway, ya llena de arrugas y de largas uñas postizas.
Lillie fue una rara avis en la industria. Mordaz, aguda en sus ya antológicas réplicas, Noel Coward escribió guiones para ella y Cole Porter compuso más de una canción en su honor. Trabajó con Gertrude Lawrence, no se prodigó en el mundo del cine (ésta fue su primera película) y murió a los noventa y un años por culpa del Alzheimer. Ronald Barker, el famoso crítico británico, dijo de ella: "Otras generaciones pueden haber tenido su Mistinguett y su Marie Lloyd. Nosotros tenemos a nuestra Beatrice Lillie y rara vez hemos visto tal exhibición de talento".
Aquí, Lillie da la réplica al hermanísimo de la Pickford, Jack, "blandito" como siempre, tras haber liquidado (eso dicen) a su esposa, la divina Olive Thomas, con un fármaco contra la sífilis que él tomaba. La comedia funciona bien, gracias al buen hacer de Sam Taylor y a la interpretación de Beatrice (aunque nos quedemos con las ganas de saber qué decía en realidad en vez de los subtítulos "oficiales" que nos han llegado). Total: no nos aburrimos y, en determinados momentos, incluso apreciamos buenos toques de una excelente comedia.
(Eddie Constanti)