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Calino courtier en paratonnerres


General

Titulo original: Calino courtier en paratonnerres
Nacionalidad: Francia
Año de producción: 1912
Género: Comedia

Otras personas

Director: Jean Durand
Escritor:
Productor/Estudio: Société des Etablissements L. Gaumont
Compositor:
Fotografia:

Funcionalidades

Duración: 5
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: DVD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Muy buena
Peso: 90 Mb

Reparto

  • Clément Mégé
  • Gaston Modot

Sinopsis

Calino ha inventado un pararrayos infalible y lo intenta vender a varias personas, pero solo lo comprará un viejo loco. Al instalarlo, comprueban que el pararrayos no funciona como esperaban.

Comentarios

Otro genuino producto de la factoría Gaumont, aunque trabajó también para la Pathé y la Lux, se dice que Jean Durand incluso creó sus propios estudios, aunque en este aspecto, como en otros de su biografía, se cierne una lógica nebulosa. Su cine era el propio de los saltimbanquis, de la jocosa destrucción de los decorados (hoy diríamos del más sano desmadre) y de la sublimación de las escenas hacia el puro enloquecimiento). Luis Malle le dedicó un cariñoso recuerdo-homenaje en su "Zazie dans le metro". Sin embargo, a partir de la Gran Guerra sus productos derivaron hacia un mayor sentido del drama y la catástrofe, más acorde con los tiempos que se vivían.

De cualquier forma, ese período llamémoslo "de reflexión", no duró demasiado. Enseguida Durand volvió a su esencia cómica y se repitieron las caídas y el desplome de muebles y enseres. La mayoría de sus películas son cortos y por sus manos pasaron personajes (a veces creados por él mismo), como Onésime, Marie, Serpentin, Battle Bill, Calino o Zigoto. En esta misma primera antología os ofrecemos algunos cortos de Onésimo, aunque el grueso de producciones de este personaje se ha perdido en el tiempo y el espacio.

Una interesante exclusiva que ahora se os presenta con el fin de que descubráis a este buen artesano que hoy apenas recuerda nadie, pero que merece todo nuestro respeto por el espíritu y dedicación que dedicó en esos años primerizos del cine.

Ya lo sabéis: si os apetece pasar un buen rato viendo cómo se liquidan decorados en pro de argumentos apenas existentes y a favor del más simple y sano desenfreno, y si al mismo tiempo queréis ampliar vuestra cultura cinematográfica un poco más, pasad y conoced a monsieur Durand.