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Extraña película sin rumbo claro en un principio. Buscas una comedia negra y disparatada aderezada con una enfática realización, luego esperas un estallido nervioso de violencia (en absoluto) o una narración repleta de tensión apenas contenida (tampoco), quizás una puesta en escena que relate un claustrofóbico secuestro y unos personajes superados por la situación, o las desavenencias de un matrimonio ante una situación extrema, además de morbo, erotismo... Pero poco a poco vas viendo que no es tan simple. Aparecen caracteres, personajes, momentos grotescos, sátira, la parábola del ser humano de la que habla Rioyo. Entre ji ji ji ja ja ja, situaciones absurdas, planos y gestos exagerados etc, asoman relaciones humanas, temperamentos y personalidades, esperando a Godot, la manipulación... Y todo con un humor igual de absurdo que el desarrollo de la historia y que encaja muy bien con la feroz forma (su cine suele ser despiadado aunque la ejecución no siempre sea igual) que tiene Polanski de contarnos historias.
Está narrada sin aparente lógica (una situación similar en la realidad nunca se desarrollaría de esta manera) y alguno se quedará fuera de sitio ante determinadas reacciones que, desde luego, no encajan con esa castradora “veracidad” que muchos tienen por bandera (os aseguro que si no fuera por algunas opiniones leídas en filmaffinity nunca habría considerado necesaria una justificación como ésta). Así la cinta va más allá de la pura comprensión o interpretación o significado, y se acerca a una abstracción de la que cada uno saca las conclusiones que quiere o no las saca, pero que no tiene las seguras formas de lo convencional (que nadie espera de todas formas algo muy extravagante, es una película por encima de todo muy entretenida, con un desarrollo bien marcado que puede disfrutarse plenamente como comedia y punto). Es un tenue reflejo de la vorágine contemporánea, del caos de las relaciones humanas (en este sentido los actores estarían perfectamente escogidos por sus físicos). O a lo mejor, como digo, es simplemente una comedia que roza un levísimo surrealismo a ratos, sin más.
Polanski demuestra de nuevo que visual y técnicamente es siempre impecable (aquí con el sello típico de las realizaciones más novedosas de los 60 que luego iría abandonando), y que su tremenda versatilidad le permite salir airoso (mejor o peor, pero airoso casi siempre) de cualquier proyecto aunque suponga un giro radical con respecto a lo hecho anteriormente.