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La historia presenta a dos chicas, Dora y Sunako, que son grandes amigas en Yokohama. Prometen nunca separarse, pero enseguida aparece un hombre entre las dos (con el nombre occidental de Henry). Sunako se siente atraída por él, pero es un mal tipo, un gángster y un macarrilla. Finalmente lo descubre con otra mujer y hace algo imprudente. En su vergüenza, Sunako se escapa para convertirse en una geisha. Más tarde se encuentra con Dora y Henry nuevamente, ahora casados y sintiéndose culpables por lo que pasó con Sunako.
"Chicas japonesas en el puerto" es una película visualmente hermosa, pero a veces da la sensación de que está mal realizada. La primera mitad es especialmente confusa, con la mirada truculenta de Shimizu flotando por sus imágenes. Y la transición entre el gran evento de la primera mitad y la segunda mitad de la película nunca queda del todo clara. Inicialmente pensé que estaba confundido y era un error de apreciación mío. Pero volví a ver la mayor parte de la primera mitad y aún me resultaba difícil comprenderla. Además, cada vez que los personajes que no son uno de los tres principales aparecen en la película, siempre es difícil entender quiénes son. La segunda mitad es mucho más intensa que la primera, pero aún me quedaría la queja de que Henry y Dora nunca son personajes especialmente interesantes. Mi atención se centró por completo en Sunako, y me resultó difícil concentrarme cuando ella no estaba cerca.
Con todo y admitiendo que estos defectos podrían muy subjetivos del autor de esta reseña, el filme nos deja ese regusto, tan propio de la obra de Shimizu, entre emotivo e inquietante, que lo hace muy recomendable.
(Eddie Constanti)