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El milagro de las imágenes animadas apareció en tierras checas muy pronto, después de su primera, espectacular y exitosa presentación parisina por los hermanos Lumière. Las primeras funciones se realizaron en el año 1896, en Karlovy Vary y en Praga. Un año más tarde, en Bohemia se llevó a cabo el primer rodaje. Una compañía norteamericana filmó en Hořice de Šumava una función de teatro popular que representaba la temática de la Resurreción. La primera sala de cine permanente fue abierta en Praga en el año 1907. Por entonces no había muchas películas de producción nacional (es decir, que fuesen rodadas y procesadas en Bohemia).
A principio del siglo XX empezaron a surgir, en tierras checas, siguiendo el ejemplo de los modelos extranjeros, las primeras productoras de cine privadas que, sin embargo, tuvieron una vida muy corta. La industria cinematográfica checa quedaba retrasada respecto a las corrientes mundiales y no salía del estado de las perennes intenciones pioneras. La situación del mercado del cine empezó a mejorar a partir del fin de la Primera Guerra Mundial y después del nacimiento de la independiente República Checoslovaca. La euforia de la posguerra aceleraba a toda la sociedad checa, incluida la cinematografía. Crecían nuevas empresas de cine y los primeros talleres profesionales, y nacían los primeros proyectos ambiciosos, según los ejemplos europeos y estadounidenses.
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Dirigida por Karl Degl y Antonín Novotný, dos realizadores checos de los que apenas tenemos datos, la película Stavitel chrámu es una de las más antiguas que hayan sobrevivido de dicha cinematografía y su metraje ha quedado reducido a treinta y ocho minutos.
El planteamiento inicial de la cinta es atractivo: la historia de la construcción de un templo en la Edad Media y en tierras tan lejanas como esa Checoslovaquia (que entonces formaba parte del Imperio Austrohúngaro). La película no carece de un buen ritmo y a ello se añade esos episodios donde el mismo Satán se aparece al protagonista para llenarlo de dudas y llevarle a ese trágico final donde, a pesar de todo, la maestría del joven arquitecto queda vencedora sobre la difamación a la que se ve sometido.
La historia de amor subyacente queda un tanto "postiza", posiblemente por el metraje que le falta a la cinta. Las escenas del incendio final son modestas, dentro de las imaginables limitaciones de la producción; y en general la trama no se hace pesada en ningún momento. Una auténtica curiosidad.