2819

Dejad paso al mañana


Personal

Valoración personal: 8 stars

General

Titulo original: Make Way For Tomorrow
Nacionalidad: Estados Unidos
Año de producción: 1937
Género: Drama

Otras personas

Director: Leo McCarey
Escritor: Viña Delmar; Helen Leary; Noah Leary; Josephine Lawrence
Productor/Estudio: Paramount Pictures
Compositor: George Antheil; Victor Young
Fotografia: William C. Mellor

Funcionalidades

Duración: 91
Pistas de idioma: Castellano; Inglés
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: BD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Excelente
Peso: 6,1 Gb

Reparto

  • Victor Moore
  • Beulah Bondi
  • Fay Bainter
  • Thomas Mitchell
  • Porter Hall
  • Barbara Read

Sinopsis

Un anciano matrimonio reúne a sus dos hijos, ya independizados, para comunicarles que están arruinados y los van a desahuciar en un plazo muy breve. Los hijos deciden entonces repartirse a sus padres: uno se queda con la madre y el otro con el padre, lo que supone un duro golpe para los ancianos, ya que han vivido juntos toda la vida.

Aunque una persona llegue a la tercera edad de forma saludable, la vejez es una etapa que conlleva aspectos tristes de la vida que aún hoy en día son un tema actual en la sociedad. Por ejemplo, para algunas familias los padres pasan a ser una carga cuando se hacen mayores, y eso se puede contemplar en la excelente y poco conocida película de Leo McCarey, Dejad paso al mañana (1937), donde se plantea un punto crítico en el que un matrimonio de anciana edad reúne en su casa a cuatro de sus cinco hijos (el que falta vive en California y no tiene casi contacto con la familia) para darles una grave noticia que no les habían querido decir anteriormente: se encuentran en una mala situación económica ya que hace cuatro años que el padre, Barkley Cooper (Victor Moore), dejó de trabajar e ingresar dinero y dentro de pocos días el banco se quedará con su casa. Como consecuencia, debido al poco tiempo que les queda para cambiar el fatídico hecho, los hijos tomarán una decisión aprobada con resignación por sus progenitores: cada uno de ellos vivirá con un hijo diferente, el padre con Cora (Elisabeth Risdon) y la madre, llamada Lucy (Beulah Bondi), con su hijo preferido, George (Thomas Mitchell), hasta pasados unos tres meses, cuando la otra hija, Nellie (Minna Gombell), pueda hospedarles a ambos, algo que su marido Harvey (Porter Hall) se niega en rotundo. A partir de esta premisa, McCarey nos ofrece una película cruelmente realista pero a la vez emocionante y magníficamente interpretada, que despúes de más de 70 años no ha perdido un ápice de actualidad.

El cambio de vida será muy acentuado para todos y McCarey lo expone de forma muy convincente, con escenas cotidianas y situaciones concretas en las que los padres no parecen congeniar muy bien con la vida rutinaria de sus hijos. Estos, además, no hacen mucho por la labor, como por ejemplo Cora, que cuida a su padre de forma bastante espantosa, que aunque tenga un carácter propio de su edad, es decir, desobediente en algunos casos, ella tiene unas ganas tremendas de quitárselo de encima, pensando más en su vida y olvidándose de la situación de sus padres. El contrapunto es un personaje llamado Max Rubens (Maurice Moscovitch) que es el dueño de un quiosco y que es un punto de apoyo y una buena amistad para Barkley. Y en cuanto a Lucy, su presencia en la casa de su hijo no pasa desapercibida para nadie, como para su yerna, Anita (Fay Bainter), que da clases de bridge en el salón y prefiere que la madre permanezca en su habitación para no alterar el ambiente y no despistar a sus alumnos; o como para la nieta Rhoda (Barbara Read), que ya no lleva a sus amigos a casa ya que su abuela no paraba de hablar con ellos, permaneciendo de esta forma más tiempo fuera, algo que preocupa a sus padres.

Lo que destaca por encima de todo son los diálogos tan bien llevados de todos los personajes y la recreación tan actual de problemas que suceden durante la convivencia de varias generaciones en un mismo hogar familiar. Además, la simple puesta en escena acentúa esa naturalidad con la que se representa el futuro incierto de los padres, cuyo mal trago no sólo es debido por la pérdida de su casa, sino también por no poder estar juntos durante esos duros momentos y por darse cuenta de que están siendo acogidos por sus hijos debido simplemente a una fuerza mayor. Los actores protagonistas, Victor Moore y Beulah Bondi, son los que llevan el peso de la película y sus interpretaciones, igual que sus personajes, son para recordar. El espectador disfruta de lleno y simpatiza por completo con ellos y con su emocionante y triste historia.

Orson Welles decía de esta película que "haría llorar a las piedras", y era una de las que más apreciaba McCarey de toda su carrera cinematográfica. Recordemos que este director también fue el autor de las dos versiones de Tú y yo, la primera de 1939, con Charles Boyer e Irene Dunne, y la segunda de 1957, con Cary Grant y Deborah Kerr; pero también de la que se considera la mejor película de los hermanos Marx, Sopa de ganso (1933), o la clásica comedia con el mencionado Cary Grant, La pícara puritana, del mismo año que la película que aquí nos concierne.

Comentarios

¿Por qué envejecemos? Ahora sabemos que se debe a la oxidación de nuestros cuerpos, lo cuál introduce una variación en nuestra fórmula química, que nos va transformando y envejeciendo. Pero algunos sabemos un poco más. Algunos sabemos que no somos cuerpo, sino espíritu también, y algunos ya intuímos que si los cuerpos se oxidan, se debe fundamentalmente a que nuestro modo de pensar se oxida también, y esto influye en nuestra composición química, fenómeno que resulta reversible.

Por desgracia, mi obligación es dar mi opinión, y mi opinión es que esta película está oxidada desde su gestación. No soy fan de Leo MacCarey, lo cuál, de por sí, no tiene mayor importancia. Lo que me molesta de esta película, es que se trata del típico ejemplo de lo que un no iniciado consideraría como una película clásica. Es decir, una buena dosis de buen gusto y buen tono, conjugados con ética bienpensante y tópica y servidos con una dosis de inteligencia políticamente correcta. Pero todas estas "cualidades", no son precisamente las que me han llevado a amar el cine clásico.

Lo que me ha arrebatado desde un principio del cine de esta época es lo incisivo: la capacidad para dejar de manifiesto la Verdad sobre un tema (muchas veces con cinismo, pero con insobornable realismo), por muy sórdida o intempestiva que resulte con el ser humano o con la sociedad. Pero todo en esta afectada película resulta falso y precalculado desde el principio, para atracar melodramáticamente la sensibilidad del espectador, y lo más triste es que resulta insultante precisamente para las personas de la tercera edad, a las que presuntamente pretende comprender.

Decir que los ancianos son inconscientes, egocéntricos, incomprensivos, estúpidos (indirectamente, por supuesto) y poco brillantes es una manera ofensiva de manipular un tema sensible, para lograr una película lacrimógena, que comienza con un mensaje escrito, diciendo que no hay magia capaz de hacer vivir en la comprensión a jóvenes y viejos. Bonita manera de encaminar un tema. Es como decir que todos los jóvenes son unos borrachos y vagos, o que las mujeres deberían estar todas en la cocina.

Así veo yo esta película, que en el mejor de los casos, es hipócrita y falsa. Me encantaría defender, como tantas veces, una película del año 37, pero prefiero defender a las personas de la tercera edad, gran porcentaje de las cuáles, son más brillantes, hábiles, lúcidas, ingeniosas, generosas y comprensivas que las de edades jóvenes, y desde luego, mucho más que los cerebros "privilegiados" que pergeñaron este argumento. Las exasperantes situaciones que aquí se narran, serían capaces de sacar de quicio a cualquiera y hallan adecuado reflejo en las interminables miradas de desconcierto de la actriz Fay Bainter, cuyas sonrisas y frases tópicas ante tales momentos terminan con la paciencia de cualquiera.

Lo siento, MacCarey, nunca me has gustado. A pesar de tu elegancia formal, tus películas me parecen poco verdaderas y manipuladas. Capra, por ejemplo, era tan cínico como ingenuo, y su idealismo, por optimista que fuera, resultaba creíble, porque era evidente que él mismo lo creía. Y eso traspasaba la pantalla. Sólo hay una película de MacCarey que me gusta de verdad: aquélla en la que no fue capaz de controlar el timón al 100%, porque sus protagonistas eran los Hermanos Marx: "Sopa de ganso" (1934). Y no se pueden decir más verdades ni dejar más títeres sin cabeza sobre la política, la alta sociedad, o las guerras como en esa película cómica. Todo lo contrario de lo que sucede en "Dejad paso al mañana".