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Rodada en Alemania, pocas películas tienen el sello tan "british" como ésta. Parece que a pesar de la laboriosa reconstrucción efectuada, se han perdido definitivamente algunos planos, pero poco importa. Lo que tenemos y vemos es para mojar pan.
La ambientación es excelente. El expresionismo tardío está en cada sombra de la mansión, en cada contrapicado de éste o aquel personaje, en los planos del páramo (no nos extrañaría que fuese un decorado de estudio, pero cada imagen rezuma humedad, angustia y misterio). Una maravilla milimétrica que nos hace olvidar que conocemos la historia de memoria. Cada gesto, cada contraluz, cada sonido que llega del exterior es un retablo de bondades cinematográficas. Casi que podemos "oler" los muebles antiguos de la mansión. El sonoro ya estaba en marcha en varios países y, sin embargo, esta película es mucho más "sonora", con sus silencios y la orquestación compuesta ex profeso, que algunas obras del llamado precode norteamericano.
Carlyle Blackwell es un Sherlock convincente. Menos irónico que Rathbone, por ejemplo, pero con ese toque justo de sordo sarcasmo y descuidada elegancia con que nos imaginamos al "hijo" de Conan Doyle. No necesita disfrazarse y su presencia es suficiente para dar consistencia a la trama. Al mastín no lo vais a ver casi nunca; como mucho, de soslayo, o sus dos ojos luminosos observando desde la oscuridad del páramo. Una prueba más de que a menudo es más truculenta una sugerencia de terror que una espectacular escena gore con intestinos por todas partes.
Amigos, es un honor presentaros esta versión. Han tenido que pasar muchos años, desde su estreno, para que ahora la podamos contemplar tranquilamente desde nuestras casas. Un milagro, en serio.
Eddie Constanti