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Comedia agridulce con el tema del amor otoñal como motivo principal. Para Ninon, ese joven director de cine le ofrecerá el último amor descrito en el título. Ella caerá rendida ante él y él... pasará unos días inolvidables, se dejará querer y luego regresará en busca de más frescas emociones. Ya veis que la trama no es nueva, pero recordad que estamos en 1916. Aquí Perret mueve la cámara con elegancia, amalgamando los escenarios idílicos de la villa de Provenza con los amoríos de la pareja protagonista. Por cierto, el joven director es René Cresté, a punto para embarcarse en el personaje de Judex; y añadamos que en algunos instantes se produce esa simbiosis tan querida por los buenos aficionados: cine dentro de cine.
Perret era un magnífico relatador de historias. Y una sencilla anécdota como ésta la convierte en una filigrana con acento rococó. El jardín, repleto de flores, el mar no muy lejos, barandillas para disfrutar de la puesta de sol y susurrar un montón de "te quieros"... El final, sin estridencias, encantador, como lo es todo el metraje. Si acaso, un apunte crítico que se permite Perret para dejar en evidencia a esos jóvenes egoístas que piensan que todo el mundo es suyo y que cuando han conseguido lo que buscaban, van a por más donde sea. Bendita juventud, pero cruel, muchas veces.