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Una maravilla recién restaurada que no nos ha llegado completa, aunque las pocas lagunas se palian con fotografías de rodaje. Está producida por Thomas H. Ince y la dirige Irwin Willat, prolífico director de la etapa silente y comienzos del sonoro. ¿Por qué la calificamos como "maravilla"? Porque pocas veces veréis una película sobre la Gran Guerra tan sensible y, al mismo tiempo, tan dura. Desde que la comercializaron en DVD, es la sensación de los circuitos silentes.
Comentaba el compañero Monsieur Hulot que a él le parecía un filme antibélico. A mí más bien me parece un filme antiintolerancia humana y, en segundo lugar, un tremendo canto a la justificación de matar a quien te ha causado algo más que la misma muerte. Oscar es un taxidermista nacido en Norteamérica, pero de familia alemana. Cuando Estados Unidos declara la guerra a los alemanes, la primera reacción del pueblo donde vive Oscar es arremeter contra todo lo que huela a germano. La violencia se ceba en el pacífico artesano y de ahí la intolerancia que hemos citado más arriba. Las brutales escenas, cercanas a un linchamiento, se suceden, hasta que nuestro protagonista corre a alistarse para demostrar que su amor por América es genuino.
Más tarde, casado contra la voluntad del padre de su esposa (otro intolerante), la acción se traslada al mar, hay un naufragio, unos hechos terribles de los que la esposa es víctima y un deseo de venganza por parte de Oscar que se mantiene hasta el final, en una secuencia que me atrevo a decir que nunca podréis olvidar. No cuento más, pero os recomiendo que no la veáis mientras hacéis la digestión.
Willat, yo pienso que bien asesorado por el maestro Ince, exprime toda su sabiduría para ofrecernos una auténtica joya que reúne sentimiento y terror, con escenas idílicas y estallidos de un furor increíble. Los escenarios están muy bien cuidados y la historia nos prende desde la primera imagen hasta el rótulo del final. Y la interpretación es soberbia, con un Hobart Bosworth inmenso y un Wallace Beery más odioso que nunca.