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Ante todo, no os extrañéis si ese título es diferente al de la misma película, "Wanda, l'espionne". Cosas de la distribución en distintos países.
Se trata de la consabida historia de la espía femenina que se enamora de aquel a quien debe espiar (aunque aquí estamos en 1915, no nos olvidemos). Y recordemos también que la espía es ni más ni menos que Francesca Bertini, la diva por excelencia de esa época, junto a Lyda Borelli y Pina Menichelli. Una Bertini que en esta película está más cerca de Assunta Spina --rodada ese mismo año--, que de sus clásicos papeles de femme fatale. Destaquemos enseguida, más que la trama del filme y otras cuestiones técnicas, que en "Diana, l'affascinatrice" reinan los decorados de interiores; ni siquiera el mismísimo Visconti habría podido añadir un alfiler a esos fondos abigarrados y barrocos. Y el vestuario de los actores en los suntuosos bailes también es digno de estudio.
Por lo demás, la historia se sigue con agrado, los virados están muy bien escogidos y, además, se nos ofrecen algunos toques humorísticos nada despreciables (la buhardilla con palomas mensajeras es el lugar donde se realizan los "despachos aéreos"). No sabemos, sin embargo, qué país o rama terrorista espía a qué otro; contemplamos con sorpresa que los mozos mensajeros visten todos de marinero, que los "malos" lucen unos extraños bombachos y se cubren la cabeza con una gorra más o menos egipcia, y que la heroína tan pronto fuma con larga boquilla como manteniendo el cigarrillo dentro del puño, al estilo ruso. Todo muy divertido y recomendable.
El galán de la película es el mismo director, Gustavo Serena, uno de los más acreditados realizadores de esa época, quien merecería una revisión a fondo de su obra. Sus "Assunta Spina", "Tosca" y "La dama de las camelias", por citar sólo tres, son cartas de presentación más que cualificadas.