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Nuestra heroína, Helene Netzler, sabe que para conservar su vida de lujo debe mantener muy alto el nivel de producción de su mina de cobre. La nueva veta le da la oportunidad de especular en el mercado de valores y aumentar su riqueza; ésa es la forma en que la burguesía gana mucho dinero. Por supuesto, estos juegos sólo son posibles gracias a los esfuerzos, el sudor y el trabajo duro de sus empleados.
Esto crea algunas consideraciones sociales e históricas interesantes en la película, que se presentan de forma casi documental, dado que los verdaderos trabajadores de las minas de cobre aparecen como extras en algunas de las escenas (no es necesario decir que no recibieron mayores salarios por ese trabajo añadido). Estos pobres hombres y mujeres trabajaban duro en condiciones terribles e inseguras, en contraste con el lujo y la comodidad de sus amos, que vivían en maravillosas mansiones rodeadas de magníficos jardines y que tenían a su disposición hombres de negocios con esmóquin y sombreros de copa, lo que refleja las contradicciones de una Alemania derrotada en la Gran Guerra. Por desgracia, hoy por hoy, en bastantes lugares del mundo, dichas contradicciones siguen vigentes.