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Esta película muda de Lamprecht, se alza, ante todo, como el triunfo de un enorme actor: Alfred Abel. Contrariamente al juicio negativo de Thomas Mann, que tildó a la película como un "drama comercial indiferente" (a pesar de haber intervenido personalmente en el guión), gracias al excelente conjunto de actores Lamprecht logró realizar un filme respetable, que por supuesto no puede medirse con la novela de la que procede. Alfred Abel, como Christian Buddenbrook, está sobresaliente: interpreta al enfant terrible con una elegancia extraordinaria, nunca pierde su dignidad en todos los lances y mantiene el equilibrio entre la alegría y la vergüenza por las preocupaciones que causa a su familia. Aunque no fuese más que por su interpretación, valdría la pena verla. Por desgracia, la copia que presentamos (y que ofrece la citada Kinemathek), es una reducción a ochenta y siete minutos, cuando el original alcanzaba más de dos horas.
(Eddie Constanti)