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Ripeada por Arupa a partir de un xvid de 1,5 GB
“Siempre hay una flor que no cambia de color”
Esta frase forma parte de uno de los continuos gags y desmanes que van conformando este fascinante film de François Truffaut, el director enamorado del cine.
Son las flores de Antoine, su perpetua búsqueda de trabajo e inquietudes y, sobre todo, las situaciones que se reflejan, cotidianas por una parte, y surrealistas y delirantes por otra, las que hacen de este desenfreno una película excepcional.
Porque es con este personaje y alter-ego de Truffaut cuando encontramos al director francés en su faceta más surrealista y extravagante. Ahí lo demuestran el claro homenaje a Jacques Tati en el andén del metro, la afortunada entrevista de trabajo, el conocido que siempre pide dinero o el inquietante vecino que resulta ser famoso o el resto del pintoresco vecindario.
Además, son sus picarescos diálogos los que envuelven a la cinta en un aire tremendamente perspicaz e ingenioso, lo que le hace desmarcarse y posicionarse como una película sumamente por encima de todas aquellas que se le asemejan en este subgénero de la vida cosmopolita en pareja.