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Ripeada por Arupa a partir de un xvid de 1,6 GiB
Magistral melodrama de la primera etapa de Kurosawa de notable carga humanista y carácter reflexivo sobre la naturaleza del ser humano, en el que los silencios son tan importantes como las palabras y el nudo dramático resulta creíble y emotivo. Ademas Kurosawa introduce una clara intención social a la historia, ofreciendo una interesante visión sobre la sociedad Japonesa posbélica, centrada en los personajes de Kyoji (Toshiro Mifume) como su parte moderna pero aferrada a la moral y honor tradicional, el de Misao (la novia de Kyoji) representando a la parte anclada en la tradición que debe ceder para sobrevivir y por último el de Rui (la enfermera), representando a la parte de esta que tras pasar todo tipo de dificultades termina recuperándose a base de esfuerzo y replanteamiento de las cosas, único futuro posible para el país. Pero mas allá de esto, el relato se centra en el retrato de los personajes, con singular acierto y delicadeza. Aunque el personaje mejor retratado es el de Kyoji, con la dificultad añadida de que no manifiesta sus sentimientos, el resto están definidos con precisión y buen gusto. Pero la sorpresa tal vez llega en el personaje de Rui, que empezara sin tener peso en la historia, apareciendo siempre en segundo termino en el plano, que según va evolucionando y alcanzando mayor importancia en la historia empezara a compartir plano con Mifume. Esa transformación termina siendo una de las mejores tramas de la historia y un punto a favor de Kurosawa por saber llevarla con maestría. La maravillosa fotografía en blanco y negro de clara influencia expresionista resulta particularmente acertada jugando con las sombras y las tomas a través de los objetos para incidir en la presión psicológica sobre el protagonista. En cuanto a los actores, en general resultan muy creíbles, pero un impresionante Mifume soporta casi toda la carga dramática del film, aportándole una sobriedad al personaje asombrosa, dejándonos ver en su interior lo que sus palabras callan, en una interpretación de nuevo impecable y emotiva. La labor de Kurosawa en la dirección es toda una lección de maestría, manejando con soltura a los actores, valiéndose de los espacios (interiores principalmente) y objetos para delimitarlos y definirlos. Tanto el montaje como la puesta en escena, valiéndose de las ventajas de un texto teatral aprovechando al máximo los interiores, funcionan a la perfección. Cada elemento colabora en un resultado final impecable, logrando un conjunto ejemplar. Y lo mejor de todo es que esta brillante etapa de su carrera no es mas que el anticipo de su momento mas creativa. Kurosawa era así.