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Es una lástima que falte la primera bobina de esta película (con la excepción de las imágenes fijas) porque es una muy buena comedia negra con un toque de pesadilla, magníficamente ejecutada por el muy infravalorado Max Davidson. A diferencia de otras películas de Davidson, aquí se aleja más bien de la caricatura judía (aunque mantiene su personalidad) y los elementos de farsa habituales adquieren una cualidad estrafalaria que raya en lo surrealista, como cuando está atravesado por el cuello a una cerca (como resultado de las atenciones de un perro al otro lado y una cuerda alrededor de su cuello, y es incapaz de controlar sus respuestas a un policía que investiga, o el momento posterior, donde una mujer que se desliza queda paralizada de horror al confundir una pierna postiza con la suya propia.