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En esos momentos (1925), Jackie Coogan, a raíz de su intervención en "El chico", era un filón que cabía explotar. Y quienes suelen "explotar" en estos casos, son los padres de la criatura, no en vano, al inicio de la película se nos informa que la producción ha sido "supervisada personalmente por mister Coogan senior". De cualquier forma, no vamos a restar ni una mota de sus virtudes al chaval, que sabía moverse con tanta soltura frente a la cámara como el más experimentado de sus colegas adultos.
La trama sigue los pasos de "My boy": niño desamparado-adulto que lo acoge. Sin embargo, en esta ocasión la química que se creaba entre Coogan y el adulto (Claude Gillingwater) en la citada "My boy", no acaba de funcionar tan bien. Y eso que en el papel de viejo judío tenemos a un actorazo como fue Max Davidson (eterno judío cascarrabias de tantas películas). Por tanto, hemos de esperar a que el chaval haga de las suyas por su cuenta para divertirnos; a las escenas más intimistas les falta calor, o eso opinamos.
Un tanto excesivamente dilatada en su tramo final, se desperdician secundarios que podía haber dado bastante juego, como esa "madre Malloy" que vende manzanas. Dirigió el producto el artesano Edward F. Cline y se ve sin demasiada fatiga.
(Eddie Constanti)