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Una película sorprendente, asombrosamente filmada por Clarence Brown, que revela cuán poderosa podía ser la época silente. Y hablando de silencios, "El águila" va más allá de su trama, hasta explorar las minucias del comportamiento y la emoción humanos. En el momento en que Valentino toca el cuello de Banky, puedes sentir su emoción: sus ojos se humedecen de pasión. Éste es el tipo de planos con el que los "talkies" tuvieron problemas: las palabras estropean el éxtasis del primer toque, como les ocurrió a muchos de los grandes amantes de la pantalla silente cuando entraron en el sonoro. Pero Valentino no vivió para hablar y su leyenda probablemente se lo agradezca.
Rodolfo está excepcional, recorriendo la Rusia de Catalina la Grande. Vilma Banky lo iguala magníficamente: tiene la belleza etérea de la Garbo, pero con mayor encanto. James Marcus es divertido como el malo, pero Louise Dresser es brillante como Catalina la Grande. La escena en que intenta "aprovecharse" de Valentino es extraordinaria y, además, un gran paso adelante para la liberación femenina.
Combinemos estas actuaciones con el genio de Clarence Brown, los trajes de Adrian (que intencionalmente no son del período correcto y tienen una sensación distintiva de 1920) y el diseño de producción de William Cameron Menzies y tenemos una obra maestra. Te sorprenderá en cada secuencia, ¡especialmente en esa escena del banquete! No te la pierdas; y si además la versión lleva la música de Carl Davis [como es el caso], te espera un verdadero placer.