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El último hombre


Personal

Valoración personal: 9 stars

General

Titulo original: Der Letzte Mann
Nacionalidad: Alemania
Año de producción: 1924
Género: Drama

Otras personas

Director: Friedrich Wilhelm Murnau
Escritor: Carl Mayer
Productor/Estudio: U.F.A.
Compositor:
Fotografia: Karl Freund

Funcionalidades

Duración: 90
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: BD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Excelente
Peso: 7,7 Gb

Reparto

  • Emil Jannings
  • Maly Delschaft
  • Max Hiller
  • Emilie Kurz
  • Hans Unterkircher
  • Olaf Storm
  • Hermann Vallentin
  • Georg John
  • Emmy Wyda

Sinopsis

Esta joya del cine mudo crepuscular, narra cómo un portero de un lujoso hotel (interpretado por el actor alemán Emil Jannings) un anciano orgulloso de su trabajo y respetado por todos, es bruscamente degradado a mozo de los lavabos. Privado de su antiguo trabajo y del uniforme que le identifica, intenta ocultar su nueva condición, pero su vida se desintegra lentamente.

Comentarios

Es un drama cotidiano perteneciente al movimiento cinematográfico Kammerspielfilm, correspondiente a la tendencia expresionista, que se origina bajo la influencia de Max Reindhardt y su Kammerpiele (representación de cámara).
Reindhardt revolucionó el teatro buscando una proximidad mayor con el público, mayor intimidad, y una representación contraria a la naturalidad de la que tanto huía el expresionismo.
Murnau, que fue alumno de Reindhardt, quedó fuertemente influido al igual que otros realizadores alemanes.

Según recogen determinadas crónicas de la época, el reputado director alemán F. W. Murnau, responsable entre otras de cintas tan relevantes para la historia del séptimo arte como Nosferatu (1922) o Amanecer (1927), manifestó más de una vez antes de realizar El último su intención de concebir una película que prescindiera del mayor número posible de intertítulos, es decir, de las cartelas indicativas de los diálogos y acciones de los personajes que habitualmente se empleaban en el cine mudo. Las razones que esgrimía Murnau para sostener esta voluntad era su consideración de los intertítulos como un recurso excesivamente literario, que ralentizaba el ritmo general de los filmes y que restaba expresividad a las imágenes. Sin temor a equivocarnos, podríamos aseverar que El último constituye la materialización efectiva de ese deseo del creador germano de orientar su trabajo hacia la construcción de una gramática pura, contribuyendo así de manera decisiva a ensanchar los límites del lenguaje cinematográfico.

Pero en la reseña de este filme sería rematadamente injusto atribuir todos los méritos a la figura del director, pues como suele ocurrir con la mayoría de las buenas obras realizadas para gran pantalla, El último es fruto de la yuxtaposición y la armonía de enormes y variados talentos. La interpretación de Emil Jannings, por ejemplo, metido en la piel de un portero de hotel que a raíz de un desagradable malentendido pierde su uniforme y es destinado a limpiar los lavabos, resulta francamente brillante, aunque algo similar se podría decir del libreto que firma el prestigioso escritor Carl Mayer, capaz de aprehender toda la fuerza y la hondura de las situaciones por las que atraviesa el personaje principal. Los experimentos y juegos visuales que acomete Murnau en escenas como la del instante en que le comunican al portero la rebaja de su categoría laboral, o la de su borrachera durante la celebración de la boda de su sobrina, no hubieran sido posibles sin la participación en el proyecto de Karl Freund, que figura en los créditos como operador y director de fotografía, o sin el respaldo económico de Erich Pommer, uno de los mayores productores de los estudios UFA. La estrecha colaboración de estos cinco profesionales se saldó con la aparición en el primer cuarto del siglo XX de un lúcido largometraje que abordaba la servidumbre de nuestra imagen pública a la dedicación profesional y los problemas que acarrea consigo la vejez. La vocación del filme, a medio camino entre realista y experimental (aunque siempre puesta al servicio de la historia), no deja lugar a dudas de que Murnau logró cumplir con El último su propósito originario.

Louis Aubert, distribuidor en Francia de este film, contaba que, al preguntar a un amigo suyo si había seguido sin dificultad la acción, pese a no contener ningún rótulo explicativo, oyó esta respuesta: "¡Cómo!; pero ¿no tiene letreros? Pues no me había dado cuenta." Efectivamente: la ausencia de letreros no perturba lo más mínimo la impecable compresión de esta obra maestra del cine mudo". En realidad, y pese a lo que algunos han dicho, no era la primera vez que la refinada elocuencia de la expresión visual hacía innecesario el uso de textos escritos; lo habían conseguido, en los Estados Unidos y en 1921, el guionista Bernard McConville y el director Joseph de Grasse en la cinta de Charles Ray "The Old Swimmin' Hole", basada en un poema de James Whitcomb Riley; lo había conseguido, en Alemania y en 1922, Artur Robison en "Sombras" ("Schatten"), con la colaboración argumental de Rudolph Schneider.