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Ésta es la primera producción de las ocho que Adrià Gual dirigió para la empresa Barcinógrafo en el segundo semestre de 1914. Luego se hizo patente que el espectador demandaba producciones menos sofisticadas y la empresa obtuvo varios éxitos bajo la dirección artística de Magí Murià. La etapa Gual está caracterizada por la prevalencia de adaptaciones literarias y teatrales, el trabajo de Solá Mestres a la cámara, el de Alfredo Fontanals en el laboratorio y el protagonismo del actor Enrique Giménez, que en esta ocasión encarna a Pedro Crespo, el alcalde.
La acción arranca cuando las tropas acapan cerca de Zalamea y un capitán (Joaquín Carrasco) se cuela en la casa de Pedro Crespo para conocer a Isabel (Ramona Mestre), al que el hacendado a escondido. La llegada del maestre de campo (Manuel Sirvent) aborta temporalmente los planes del capitán que, no obstante, regresa por la noche a la casa con unos compañeros y secuestra a la muchacha, de la que abusa en el bosque. Elegido alcalde, Pedro Crespo le pide que repare su falta. El capitán se niega, el alcalde lo hace prisionero, el rey tiene que mediar en el conflicto entre el poder municipal y el ejército, pero el alcalde ha tomado una decisión irreversible.
Lo más destacable de esta producción afín al agotado filón del film d'art es el trabajo en exteriores e interiores naturales -rehuyendo en todo momento tanto los telones teatrales como el cartón piedra- así como el cuidado en los encuadres, resueltos casi siempre con intención significativa. Un curioso proto-story board conservado en Filmoteca de Catalunya nos permite acercarnos al meticuloso trabajo de Adriá Gual en el terreno de la composición fotográfica y del montaje, indicando que se repitan algunas escenas según sus propios dibujos y con precisas anotaciones sobre el raccord.
