1500

El arca rusa


General

Titulo original: Russkiy kovcheg
Nacionalidad: Rusia
Año de producción: 2002
Género: Drama

Otras personas

Director: Aleksandr Sokurov
Escritor: Aleksandr Sokurov; Boris Khaimsky; Anatoli Nikiforov; Svetlana Proskurina
Productor/Estudio:
Compositor: Sergei Yevtushenko
Fotografia: Tilman Büttner

Funcionalidades

Duración: 96
Pistas de idioma: Ruso
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Color
Fuente ripeo:
Soporte: DivX
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Buena
Peso: 1,4 Gb

Reparto

  • Sergei Dreiden
  • Mariya Kuznetsova
  • Leonid Mozgovoy
  • David Giorgobiani
  • Aleksandr Chaban
  • Maksim Sergeyev

Sinopsis

El Marqués de Coustine, un diplomático francés del siglo XVIII con una relación de amor/odio hacia Rusia se encuentra en un viaje en el tiempo en el Palacio de Invierno de San Petersburgo -desde los tiempos de Pedro el Grande hasta nuestros días. Con él, un invisible realizador ruso (en off), que está confuso sobre la posición de Rusia en Europa.

2000 actores. 300 años de la historia de Rusia. 33 habitaciones del museo Hermitage. 3 orquestas tocando en directo. 1 única escena. Un aristócrata francés del siglo XIX se pasea por el museo Hermitage de San Petersburgo encontrándose con personajes de la historia de Rusia. Publicitada como la única pelicula en la historia del cine que está filmada en una sola toma. 96 minutos rodados en un plano con una cámara digital de alta definición. Su virtuosismo, su complejidad y su originalidad consiguieron el unánime aplauso de la crítica, que la alabaron con unas críticas tan impresionantes como el alarde de la propuesta.

Comentarios

La última maravilla de Alexandr Sokurov es este hermoso tostón, a la altura de la immensa 2001.
Cada vez que la veo le encuentro más paralelismos con el clásico de Stanley Kubrik, entre los que destacaría los siguientes:

a) es un tostón (veánla en pantalla grande y eviten la hora de la siesta, o se van a dormir)
b) es preciosista (la fotografía, el ritmo y la música convierten la história en algo casi secundario)
c) no se entiende (y no es que trate ya de ciencia ficción metafísica sinó de una onírica visita al Museo del Hermitage con bucle espacio-temporal incluido)
y d) es un prodigio técnico (aunque parezca increíble, está rodada de un tirón, mediante un sólo plano secuencia que me dejó boquiabierto... no me quité el sombrero porqué me lo había dejado en casa)

Ya aviso de que si ustedes dominan la história de Rusia, quizá reconocerán algunos zares e incluso se enterarán de lo que está pasando en algunas escenas, pero los que cómo yo carezcan de más culturilla eslava que la que me proporcionaron El Doctor Zhivago o los cerditos del Animal Farm, pues pueden limitarse a disfrutar de un espectáculo visual indudablemente bello a través de 4 siglos condensados en 90 minutos y más de 800 actores y extras correteando por 35 de las salas de uno de los museos más fantásticos del mundo.

Una apuesta tan extremadamente arriesgada como la que supone "El arca rusa" no puede dejar indiferente a nadie y por fuerza provoca reacciones en su mayoría extremas (y conste que ambos extremos tienen sus buenas razones). Ante una obra así resulta difícil mantenerse en un término medio.

Plantear un repaso a la historia de Rusia en algo más de hora y media suena a provocación, añadir que se va a hacer en un sólo plano suena a arrogancia, rematar con que el plano va a recorrer docenas de salas de un museo pobladas por más de ochocientos extras... eso ya suena a demencia.

Efectivamente, esta locura de Sokurov tiene en sus mayores virtudes su mayor defecto. Decir que es técnicamente perfecta es quedarse corto: es absolutamente impresionante. En comparación, "La soga", del genial Hitchkock, queda como un entremés. Uno se queda atrapado por la belleza de sus imágenes, pendiente de la siguiente pirueta de su director, sabiendo que cada minuto que pasa, que cada habitación que recorre, incrementa paulatinamente la dificultad de este más difícil todavía, en un crescendo que ahuyenta cualquier atisbo de hastío (conocemos el desenlace, por supuesto: si el plano hubiera fallado la cinta no hubiera llegado a estrenarse). Y al final, tras la multitudinaria escena del vals y la despedida de los asistentes, uno sólo puede descubrirse, ante Sokurov y ante el Hermitage.

Pero semejante apuesta tiene un alto precio: encorsetada por su planteamiento formal, la obra tiene como único hilo conductor el diálogo entre su protagonista y el diplomático europeo que le acompaña en un fantasmal deambular. El trayecto marca un ritmo, pero el argumento aparece borroso, apoyado además en un discurso irregular y de escasa coherencia que se ve lastrado por algún tiempo muerto en el paso de un salón al siguiente. El que la narración no siga un orden cronológico no pone las cosas más fáciles, y es evidente que Sokurov pensó en su público, pero no en el occidental. Seamos francos, el español medio es hijo del Tío Sam y sabe perfectamente qué le pasó a Custer en Little Big Horn, quiénes son The Doors o a qué jugaba Michael Jordan. Hablemos de Glinka o Pedro el Grande y ya tendremos el despiste garantizado y una trama hermética. A pesar de todo ello, suscribo las tesis defendidas por el cineasta ruso (v. spoiler), pero no se puede por menos que lamentar que no haya mayor unidad y claridad en la exposición; si la hubiera tenido, entonces sí, “El arca rusa” hubiera sido la película más destacable del último lustro, no un hermoso pseudo-documental, y ahí arriba lucirían diez estrellas.

En resumen, si es un entusiasta del cine convencional o del de palomitas, huya ya mismo. Si le entusiasman el arte clásico y barroco, o la historia de Rusia, o el cine experimental, o simplemente la demencia, (a mí las dos primeras cosas sí, las otras rara vez), entonces adelante, cruce el umbral del museo y disfrute del tesoro estético que supone este fascinante viaje.