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Serial de ocho episodios dirigido por René Leprince, que fue la primera aproximación de este personaje a la pantalla. Se filmó, en parte, en las dependencias y jardines del palacio de Versalles, es decir que la veracidad de sus imágenes está más que asegurada. La recreación histórica, los vestuarios y el movimiento de extras son impecables. La intriga se mantiene hasta el final de las casi siete horas de duración de la trama. Los personajes cumplen con su cometido solventemente y las escenas de batallas están bien resueltas. ¿Nos encontramos, pues, con una película redonda?
A nuestro modo de ver, no. ¿Qué es lo que falla?, preguntaréis. El elemento principal, el protagonista, Fanfan.
Aimé Simon-Girard es el encargado de personificar al normando que da nombre al romance y también el encargado de dar al traste con todas las bondades ya citadas de la película. Bajito, con visible panza y bigotito ridículo (nadie ha sido capaz de llevar uno de esos bigotitos con dignidad más que Errol Flynn), no sabemos si la pretensión de Leprince fue dar una imagen grotesca y paródica de Fanfan (en este caso acertó, a pesar de cargarse la credibilidad de la historia) o bien Simon-Girard tenía "padrinos" poderosos que impusieron su nombre para este papel (ocho años más tarde fue el D'Artagnan de "Los tres mosqueteros", de Diamant-Berger). Esto tal vez os parecerá demasiado cruel por nuestra parte, pero no nos queda más respuesta que la veáis por vosotros mismos.
El resto, ya lo hemos dicho más arriba: la cámara no debe esforzarse demasiado para que nos sintamos en Versalles, porque, de hecho, "estamos" allí. Claude France borda su papel de la Pompadour y las intrigas palaciegas nos dejan el sabor de algo vívido, auténtico. Todo correcto... hasta que aparece el del bigotito.
Eddie Constanti