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Otra genialidad del más grande clown de la historia. Keaton hace gala de todo su ingenio y capacidad para el gag visual en una constante sucesión de escenas magistrales, al más puro estilo de Las Siete Ocasiones, en las que parece que su talento no tiene límites. Le da igual hacer un gag en un minúsculo probador de una piscina pública que en medio de una batalla campal en medio de Chinatown. Y lo más asombroso de todo es que casi un siglo después sigue manteniendo intacta su capacidad de hacer reír. Ver una película de Keaton es apreciar el cine en su más pura esencia. Sorprende la imaginación, madurez y soltura que demuestra tras la cámara, no solo por su expresividad y composición del plano, sino por algunos movimientos muy imaginativos, como el travelling vertical del gag de las escaleras o la camara fija en el camion de bomberos (otro gag breve pero genial). Da igual lo simple de la premisa argumental. Lo que importa viene después. El retrato del personaje de Keaton me parece que esta bien definido. Incluso el gag menos original y tópico a día de hoy, el del policía, gana sabiendo que posiblemente se convirtió en un tópico gracias a films como este. Entre el resto algunos geniales como el de la hucha, la del teléfono y su posterior carrera, el de la piscina o el de Chinatown. Pero hay tantos… Y además de ser una película divertidísima, vista con el tiempo se ha convertido en uno de los más sentidos y hermosos documentos sobre los pioneros del cine, de los que él mismo formó parte esencial. Todo un clásico esencial de la comedia a no perderse.
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Producido por primera vez por la Metro (en donde rodó títulos muy inferiores a sus primeras producciones independientes debido a la injerencia del gran estudio en sus creaciones), “El Cameraman” (película conocida también como “El Fotógrafo”) muestra una historia muy trivial de aspiraciones románticas, alternando momentos de slapstick poco originales (especialmente en su inicio) y algunas situaciones muy brillantes, fundamentalmente todas las secuencias de la cita con la secretaria (interpretada con acierto por Marceline Day), en el vestuario de la piscina, en la propia piscina, el lluvioso retorno a casa o la espera de la llamada telefónica por parte de Day con Buster Keaton corriendo y subiendo las escaleras a una velocidad de vértigo.
Muchos de los gags exponen la habilidad de Keaton en el humor físico y la aparición de un revoltoso y pequeño mono vestido de marinero (esencial para el happy end final), otorga un ingrediente más para un engranaje cómico que despliega también un tributo a la tarea del operador y un miramiento a una sociedad urbana marcada por el bullicio y el apelotonamiento, como bien se aprecia en algunas escenas de aglomeración de gente en las que Buster es mantenido incomunicado y desplazado de su amada Sally.
Co-dirige Edward Sedgwick (Keaton no aparece acreditado como director a pesar de haber dirigido algunas escenas), un habitual de la Metro en proyectos cómicos y encargado de realizar algunos títulos de los Hermanos Marx o Laurel & Hardy.