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Creo que es imposible encontrar en la historia del cine un corpus de películas con inquietudes y constantes tan similares, con parecidos tan intensos como los que guardan entre sí las obras de Yasujiro Ozu. Películas suyas se hacen casi indistinguibles en el recuerdo, sobre todo a partir de los años 50, cuando las hijas casaderas invadieron definitivamente sus fotogramas.
Sin embargo, ¿qué hace que a muchos no nos parezca repetitivo?, que tengamos ganas de ver todas y cada una de sus películas.
Sus logros no son idénticos siempre, las hay mejores y no tan buenas, pero tienes la sensación de estar asistiendo a un paso más, único e importante, en el mundo de tradiciones, sentimientos, relaciones familiares y paso del tiempo que Ozu explora.
"El comienzo del verano" parece falsamente anodina en buena parte de su metraje, aunque gusta y entretiene. Mantiene tu atención, pero al llegar a los 30-40 minutos finales se hace absolutamente soberbia, muy emocionante, con algunos momentos, algunos planos que no necesitan palabras. La esencia del gran cine.