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Película alemana (eso siempre son buenas noticias) de Gustav Ucicky, a quien quizá conozcan por Café Elektric (1927)... o quizá por algunos films que hizo posteriormente de propaganda nazi como Amanecer Rojo (1933) o la repulsiva Heimkehr (1941). Pero no nos adelantemos y disfrutemos de esta rareza de su primera etapa muda.
Gustav Ucicky fue un importante director alemán que se inició en la realización hacia finales del período silente y luego hasta comienzos de los sesenta. Su ideología nazi se dejó notar en muchas de sus primeras películas, aunque luego abandonó esos postulados. Hoy os presentamos "El convicto de Estambul", una de sus obras menos conocidas y que ha significado un grata sorpresa para nosotros. Ante todo, ya os advertimos que hemos tenido que cubrir un molesto contador en la parte superior de la imagen y que, por tanto, la copia no está en las mejores condiciones que desearíamos.
Os será fácil dejaros llevar por cierto tono de comedia que preside las primeras escenas. Nada más lejos del contexto general de la película. El submundo criminal, la miseria latente, las traiciones y la pura tragedia son la dominante del trasfondo que se abre ante nuestros ojos. Ucicky, un genio con la cámara, nos presenta esta historia por medio de novedosos trávellings, desplazamientos a partir de una apertura de foco y encuadres estudiados al milímetro, hasta llegar a esa frenética escena final, auténtica filigrana que hubiese firmado el mismo Hitchcock: planos alternos de apenas dos-tres segundos que nos hacen contener la respiración.
Betty Amann, conocida protagonista de "Asfalto", es la sensible heroína de la cinta (impresionante ese plano suyo con las llamas reflejadas en sus pupilas). La brevedad requerida por este comentario nos priva de extendernos más en una reseña que merecería mucho mayor calado. Sólo os recomendamos que la veáis, para seguir creyendo que en este maravilloso mundo del cine silente, siempre hay una sorpresa que nos acecha.