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El coro de Tokio


General

Titulo original: Tokyo no kôrasu
Nacionalidad: Japón
Año de producción: 1931
Género: Drama

Otras personas

Director: Yasujirô Ozu
Escritor: Kôgo Noda; Komatsu Kitamura
Productor/Estudio: Shochiku Kinema Kenkyû-jo
Compositor:
Fotografia: Hideo Shigehara

Funcionalidades

Duración: 90
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: DVD
Soporte: DivX
Tipo archivo: AVI
Calidad imagen: Regular
Peso: 1,4 Gb

Reparto

  • Tokihiko Okada
  • Emiko Yagumo
  • Hideo Sugawara
  • Hideko Takamine
  • Tatsuo Saito
  • Chouko Iida
  • Takeshi Sakamoto
  • Reiko Tani
  • Kenichi Miyajima
  • Isamu Yamaguchi

Sinopsis

Un padre de familia es despedido de la compañía de seguros donde trabaja por enfrentarse asu jefe y apoyar a un compañero al que cesan por ser mayor. En plena Depresión, la familia del joven deberá amoldarse a las dificultades de su nueva situación. Rodada en 1931, Tokyo Chorus (Tokio no Kôrasu) conjuga dos temas recurrentes en la filmografía de Ozu: el status económico y la realidad cotidiana de la vida familiar, dando especial importancia al significado de ser padres y cómo éstos son vistos por sus hijos...

Comentarios

Se puede constatar que el cine de Ozu en el silente tendía más a la alegría, muchas veces bañada de amargura, en vez del dramatismo más crudo. En esta película, ese hecho conduce a un patetismo genuino de una manera mucho más natural que nunca en, pongamos por ejemplo, una película de Chaplin. Ozu siempre reconoció que apreciaba la imagen de un rostro desnudo en la pantalla, como sublimación de todas las verdades y defectos de la humanidad.

Sin embargo, en sus películas silentes su confianza en el rostro es mucho más activa, ya que utiliza la iluminación y el encuadre para transmitir la expresión tanto como la capacidad inherente de los artistas. Ozu puede ser único en el sentido de que las actuaciones en sus películas mudas se parecen más a la "actuación de una película" en el sentido occidental, en la que los actores parecen estar más endeudados con la tradición del escenario japonés. Aquí, de nuevo, y ya desde sus primeras películas, todo "parece" más occidental. El director aún no se había convertido en el "mandarín" que conocemos de sus años posteriores. El sentido de la humanidad del director, sin embargo, estaba plenamente expuesto. Sus rostros silenciosos están a la altura de los de Dreyer, o de Rembrandt, por su expresividad. Y entre esos rostros, no cabe olvidar que se encuentra el de la futura estrella, Hideko Takamine, aquí con sólo siete años de edad.