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Si queríais una película con una trama más que maniquea, aquí la tenéis. Por ejemplo, los rusos, por generación natural, tienen una mirada torva y una apariencia siniestra. Entre los americanos, la mayoría son buenos, pero los "malos" tienen la misma apariencia siniestra que los rusos. Esta película es un drama político complicado que desarrolla una amplia gama de ideas que se habían vuelto importantes a raíz de la Revolución rusa de 1917 sobre lo que debería significar la "búsqueda de la felicidad" como ideal político. El dispositivo de las gemelas separadas en la infancia, una que crece pobre en Rusia y se convierte en una revolucionario entusiasta (que luego va en un viaje de estudios a EE. UU.) y la otra que crece rica en EE. UU., la hija de un hombre de negocios algo dudoso, es un poco cursi pero bastante efectivo gracias a la actriz y esposa de Holubar, Dorothy Phillips (a quien se la presenta en los créditos de entrada como "la actriz más talentosa y famosa de EE. UU.). Cortesía de la casa o nepotismo matrimonial?).
Luego tenemos a los políticos dignos (que defienden puntos de vista liberales, que ahora se asocian con el Partido Demócrata), el capataz que intenta defender los derechos de los trabajadores y el socio íntegro que se va para comenzar su propia fábrica en forma de cooperativa. Todo esto es muy interesante (y en realidad muestra cómo hubo, al menos durante un tiempo, una capacidad en EE. UU. para responder positivamente en lugar de negativamente al desafío ideológico representado por el comunismo. La trama también hace intentos notables, aunque algo forzados, para yuxtaponer imágenes de manera significativa, pero las "escenas de pobreza", por ejemplo, siguen siendo "cuadros" artificiales (madres con una docena de hijos en diez metros cuadrados de espacio), sin ningún poder o dinámica reales. Desafortunadamente, todo es bastante ampuloso y se atasca mucho más en los voluminosos subtítulos. La escena del ataque antijudío zarista al comienzo de la película está brillantemente lograda y sigue siendo (por desgracia) lo mejor de la misma.
Una escena final de la confrontación -que hubiese sido el material perfecto un poco más tarde para un Eisenstein o un Pudovkin o un Dovzhenko o un L'Herbier o un Gance o un Duviviver o un Murnau o un Pabst o un Lang- fracasa bastante ilustrando con mucha precisión cómo la gramática del cine estadounidense (muy diferente de la del cine europeo, aunque ambas, de formas muy distintas, debiesen algo -pero no tan grande como suponen los críticos estadounidenses- a D. W. Griffith ), decae en un discurso final moralizante y lacrimógeno que casi resulta esperpéntico y donde no falta ni siquiera una víctima para reforzar el drama.
La película, además, nos llega desde el EYE Filmmuseum con la falta de varias escenas. Con todo, no deja de tener su interés, siquiera sea para demostrar hasta dónde puede llegar un guión reconcomido por las tendencias sociopolíticas de sus autores.
(Eddie Constanti)
