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Estamos en 1914, no nos olvidemos. Es impensable (o lo era), que con el cine aún en pañales, a alguien se le ocurriese redactar un guión como éste. Porque la trama no se detiene ahí, en la barba y bigote incipientes que le crece a la señorita que se tomó la semilla africana. La dama cambia su valet por una doncella, se casca unos cigarros de medio palmo y persigue a las jovencitas como un lobo en celo. Es más, entra en relaciones con una muchacha y se propone casarse con ella, aunque deba hacerlo en otro país. Todo ante el pasmo general y de su novio "oficial" antes de que sufriese el cambio.
Esta tesitura se mantiene durante bastante tramo de película, pero cuando ya hemos visto decenas de besitos entre ella y su "novia" y hemos asistido a su enésimo cambio de vestimenta femenina por la masculina, la cinta pierde su lógica tónica escandalosa del principio y la diversión decae. Casi al final, su novio masculino quiere comprobar el efecto de aquellas semillas cambiasexos, se toma una y se convierte en un mariposón de mucho cuidado; pero el carrete no da para más y la conclusión no puede ser otra que... no os la diremos, si es que ya no os la habéis imaginado.
Película que se proclama como la pionera en presentar personas transexuales, de hecho no contiene moralejas ni justificaciones (algo que agradecemos) y se limita a entretener... mientras puede. Con todo, es una curiosidad.
(Eddie Constanti)