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Un fragmento de la obra de Ibsen
No, la mayoría no tiene razón nunca. Esa es la mayor mentira social que se ha dicho. Todo ciudadano libre debe protestar contra ella. ¿Quiénes suponen la mayoría en el sufragio? ¿Los estúpidos o los inteligentes? Espero que ustedes me concederán que los estúpidos están en todas partes, formando una mayoría aplastante. Y creo que eso no es motivo suficiente para que manden los estúpidos sobre los demás. (Escándalo, gritos). ¡Ahogad mis palabras con vuestro vocerío! No sabéis contestarme de otra manera. Oíd: la mayoría tiene la fuerza, pero no tiene la razón. Tenemos la razón yo y algunos otros. La minoría siempre tiene razón. (Tumulto).
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Durante estos últimos meses, con el advenimiento del populismo y el ascenso de los regímenes parafascistas, racistas y excluyentes, llámense Trump, Le Pin, Wilders o Hofer, es casi una necesidad andar releyendo al noruego Ibsen y su ENEMIGO DEL PUEBLO. Porque, en realidad, Trump y sus adláteres no me preocupan, lo que me preocupan de verdad son sus votantes. Porque eligieron a un hombre que está haciendo lo que dijo: hacer muros, echar a los emigrantes pobres, cargarse a la justicia y a la prensa (dos poderes básicos para controlar el establishment) y que se ha reunido de generales apodados "perro loco", miembros del Ku Klux Klan y que incluso dijo "Aunque saliera por la Quinta Avenida disparando a la gente, me votarían igual" . ¡Y LE VOTARON IGUAL!
El bueno de Steve McQueen, al que su maldita adicción a la tabaco le llevó a la tumba con sólo 50 años, quiso al final de su carrera producir y protagonizar una película que devolviera al noruego Ibsen a lo sociedad contemporánea. Para ello, contrató a un veterano realizador de televisión, George Schaefer, y a su amigo dramaturgo y último marido de la pobre Marilyn, Arthur Miller.
Lo segundo fue un acierto, pero lo primero un gran error, porque Schaefer rueda más un Estudio Uno televisivo (es decir, un teleteatro) que una película al estilo del cine contemporáneo. Por eso, la película se resintió en taquilla, a pesar de su excelente reparto, que incluía a la magnífica actriz sueca, Bibi Andersson, a la que Ingmar Berman sacó de su trabajo como bailarina en el Ballet Real de Estocolmo, para hacerla una de sus actrices favoritas. Pero, aún así, la película es más que recomendable.