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El nombre de Dovzhenko inmediatamente evoca grandes imágenes de tractores avanzando, gente heroica que lucha contra reaccionarios brutales, revolucionarios en éxtasis, rostros solemnes vueltos hacia un futuro mejor, cielos extensos, campos de trigo ondulados, campos de girasoles ilimitados... pero nunca asociarás al maestro con farsa o payasadas. Al menos hasta que descubres la existencia de este corto, una comedia burlesca increíblemente divertida de veintiséis minutos que realizó para los estudios VUFU en 1926.
En cuanto a la historia, la trama, como suele ocurrir en las mejores payasadas, es mínima. Da la casualidad de que Dovzhenko siguió correctamente la lección de Mack Sennett, quien una vez le dijo a Chaplin: "No tenemos un escenario: tenemos una idea, luego seguimos la secuencia natural de los eventos hasta que conduce a una persecución, que es la esencia de nuestro comedia". Y el director soviético lo hace con excelentes resultados. Gag tras gag, el espectador se ríe a carcajadas -hasta el giro final- de las desventuras de un hombre que, reacio (y eso es decirlo suavemente) a ser padre, hace todo lo posible para deshacerse de un bebé suyo. Constantemente frustrado por las circunstancias, intenta y vuelve a intentar y uno no puede dejar de regocijarse ante la terquedad ciega de este nuevo Sísifo.
Eso es todo, pero, ¿quién necesita más sofisticación en una payasada? Muy lejos de "Arsenal" o "La tierra", sin duda, "El fruto del amor", no contenta con no seguir la línea oficial, se da incluso el lujo de pecar constantemente contra ella (¿no es el antihéroe un desvergonzado, un mal compañero de vida, un mal padre y un mal ciudadano?), algo que naturalmente no escapó a Pavlo Netches, el gerente de los estudios VUFU, donde Dovzhenko estaba aprendiendo su oficio. Después de ver la película, el airado superior simplemente le dijo al estudiante de cine: "Sachko, deberías ser despedido de aquí. No tienes talento para escribir guiones, así que deja de intentarlo". El hecho es que esta pequeña y encantadora película todavía existe, para nuestro mayor placer.