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Si alguien todavía no sabe qué es una femme-fatale, una mantis, una devoradora de hombres con todas las de ley, en esta película tendrá un curso acelerado de cincuenta minutos para aprenderlo. La "profesora" es Pina Menichelli, una de las tres divas del cine silente italiano, la que mejor levantaba los ojos y arqueaba la barbilla, la que, con una misma mirada, elevada hacia el firmamento, mostraba tristeza, alegría, tedio, pasión o éxtasis. Seré tajante: nadie, en el cine, ha podido reunir tantos estados emocionales en un solo pestañeo.
En esta ocasión su víctima es Febo Mari, conocido actor, director y guionista de la época. El pintor frente a la poetisa, la mosca frente a la araña. Él no puede intuir su final, pero, por otra parte, ¿quién es capaz de resistirse a una tentación llamada Pina, que se lanza a tus brazos susurrándote: "¡Quémame! ¡Quémame el alma!"? Y así, mientras los virados cada vez van tomando tonalidades de un rojo más intenso, significando la pasión que avanza desbordándolo todo, el sino se convierte en destino y éste no puede ser otro que... pero vedlo vosotros mismos.
A la famosa frase antigua, "A quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco", aquí le podríamos añadir : "...primero le dejan conocer a Pina Menichelli". Y no vayamos más allá, pues más de un@ podría pensar que quien os habla es un misógino crónico y un machista redomado.
Giovanni Pastrone conduce este amor fou con habilidad y sin excesos, a pesar de que el tema daba de sí para expandirse. La pareja protagonista tiene una buena química y responde con convicción. La puesta en escena no es demasiado recargada y el ritmo avanza con el tempo justo. El filme está dedicado a la memoria de Maria Adriana Prolo, legendaria estudiosa del cine y una de las impulsoras de Museo Nazionale del Cinema de Turín. La restauración se realizó un año después que ella falleciese.
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Un coche de lujo se detiene en una carretera rural. El chofer corre a abrir la puerta. Ella, una poeta cuyo nombre no se le da al espectador, se inclina para lanzar su mirada rapaz a su alrededor. Y es una diva desde ese primer momento. Pina Menichelli aún no era famosa en el momento del estreno de "Il fuoco", pero cuando su rostro como una mujer-búho hace su primera aparición en la pantalla, inmediatamente queda claro que no es solo el carisma de una nueva actriz que se impone sino también un modelo inédito de dama oscura desapegada y fatal. Con una mujer así, la chispa del primer encuentro y la llama de la pasión solo pueden arder rápidamente, dejando solo cenizas en su camino. Es ella misma quien advierte del riesgo al pintor ingenuo interpretado por Febo Mari, rompiendo la lámpara sobre la mesa y dando así a Segundo de Chomón la oportunidad de producir un espléndido y justamente famoso efecto lumínico. Demasiado tarde, el hombre ya está completamente subyugado: el éxtasis y la inspiración artística se convierten en locura y obsesión según dictan las reglas del melodrama, del que, entre las películas mudas italianas, "Il fuoco" es probablemente el mejor ejemplo.