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El hijo de la pradera


General

Titulo original: Tumbleweeds
Nacionalidad: Estados Unidos
Año de producción: 1925
Género: Western

Otras personas

Director: King Baggot
Escritor: C. Gardner Sullivan; Hal G. Evarts
Productor/Estudio: William S. Hart Productions
Compositor:
Fotografia: Joseph H. August

Funcionalidades

Duración: 85
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: DVD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Buena
Peso: 1,1 Gb

Reparto

  • William S. Hart
  • Barbara Bedford
  • Lucien Littlefield
  • J. Gordon Russell
  • Richard R. Neill
  • Jack Murphy
  • Lillian Leighton
  • James Gordon
  • Fred Gamble

Sinopsis

Un vaquero, acostumbrado a ir solo por la vida sin más techo que el cielo y más casa que las verdes praderas, conoce a una chica y se enamora. Así, decide luchar por conseguir un terreno donde vivir junto a ella. Para conseguirlo deberá tomar parte en una loca carrera hasta alcanzar la tierra prometida. Considerada como la Obra Maestra del western en lo que respeta al cine mudo.

Comentarios

Uno de los mejores westerns de todos los tiempos, "Tumbleweeds" es un canto a la nostalgia de tiempos pasados cuando ya, en 1925, la gran época de los pioneros del Oeste era historia. En el guion interviene una de aquellas grandes carreras en busca de una parcela donde establecer su hogar los colonos y las artimañas de los bribones de turno para adelantarse a caballos y carretas para escoger el mejor lugar.

Hart, cumplidos los sesenta y un años, repite su sempiterno papel de cowboy solitario y de personaje tímido ante las mujeres. Barbara Bedford le da la réplica y cabe destacar esa escena de la primera cita, cuando Hart trata de atusarse un mechón de pelo rebelde que quiere escapar de su control en lo alto de su coronilla. Terminará por cortárselo y guardarlo en el bolsillo.

No os perdáis el prólogo, filmado en 1939, sonoro, donde un Hart setentón nos habla de lo que significó para él poder trabajar en la industria del cine, de su relación con los directores que le condujeron y de su entrega absoluta al personaje que le dio fama. Oíd su voz, cargada de trémulas vibraciones y de subrayados cadenciosos, propios de un intérprete de Shakespeare como a fin de cuentas era él. Emocionaos con su propia emoción al describir sus peripecias personales, el lazo que le unía a su caballo y el amor que puso en cada nuevo personaje que tuvo que protagonizar. Termina diciéndonos: "Dios les bendiga a todos". Creo que no existe testamento artístico más sentido y enternecedor que éste.